Cuidemos nuestra nación

Cuidemos nuestra nación

LORENZO SENCIÓN SILVERIO
En los días que estamos viviendo, escuchamos permanentemente las quejas, alarma y llamado sobre el problema haitiano en la República Dominicana, se habla de la falta de control en la frontera con sus 391 kilómetros de extensión desde la desembocadura del río Dajabón hasta la desembocadura del río Pedernales, 313 pirámides que indican la división de los dos países.

La prensa nos trae la ocupación territorial de haitianos en nuestro suelo, algunos dicen que son más de un millón de haitianos, otros dicen, nos han invadido pacíficamente; nos están imponiendo su cultura, (totalmente diferente a la nuestra), en la actualidad, estamos confrontando grandes problemas en la comunidad de Hatillo, y luego en la provincia de Mao, acontecimientos que han llevado a la población a tomar lo que considera justicia; por sí mismo.

Las poblaciones se sienten alarmadas (no con miedo); si no se toman medidas de carácter, que impidan su propagación, podríamos amanecer un día de estos con hechos como el de Hatillo, repetidos en los 148 municipios, 700 secciones y 13,000 parajes con que cuenta el país. Una situación de esa naturaleza nos expondría al borde de una nueva intervención armada. Cuidemos nuestro territorio, cuidemos nuestra nacionalidad, cuidemos nuestra cultura y cuidemos nuestros d0erechos, sin abusar de los demás, con carácter, respeto y decisión, como lo hizo el Congreso Nacional, en su proclama del 26 de marzo de 1849, donde en el párrafo quinto reza:

«Compatriotas, vosotros todos sois dignos del renombre de hombres libres; vosotros todos en cinco años de gloriosos hechos y de grandes sacrificios habéis conquistado la Independencia de nuestros tiranos y habéis merecido la gratitud de la Madre Patria. Salvemos el abismo que se nos abre de nuevo; confiad en la Providencia Divina, cuyo concurso hasta hoy ha sido indeficiente. Confiad en la acción enérgica del Gobierno que toma todas las medidas al alcance de la humana prudencia, y que cual que sean los sacrificios de todo os proveerá. Confiad en vuestros Representantes que permanentes mientras dure el peligro a todo proveerán y que no cerrarán sus sesiones hasta que no fijen irrevocablemente vuestra suerte y bienestar futuro; toca, por tanto, a vosotros llegar, ver y vencer; que el orgulloso caudillo y sus bárbaras legiones no profanen con torpe planta la tierra de tantos sacrificios, ni den al mundo civilizado ejemplos de barbarie y atrocidad indignos aún de las hordas nómadas del Asia.

«Dominicanos!: la hora solemne, tremenda y augusta de la gloria, o del exterminio ha sonado. La Patria ha de existir, o desaparecer. Cada palmo de terreno ha de ser sellado con la vida de un invasor, y aunque fuesen más numerosos que las arenas del mar, debemos triunfar, porque la lucha dominico-haitiana es de vida y honor. ¡O dominicanos y la libertad, o haitianos y el deshonor y la muerte! ¡O la victoria, o la tumba con todo lo que nos pertenece!

«Sala del Congreso a 26 de marzo de 1849 y 6ta. de la Patria. El Presidente del Congreso: Santiago Espaillat. Los Secretarios: Casimiro Cordero. Cristóbal José de Moya». (BIS) No podemos decir que la situación es la misma, pero con muchos puntos de coincidencia.

Cuenta la leyenda que en cierta ocasión dos Califas del Medio Oriente, mantenían una guerra constante por motivos fronterizos. De los califatos en que gobernaban, uno de ellos, cansado de la situación, encomendó a una comisión de su gobierno negociar, con la finalidad de terminar la situación antes descrita. Se trasladaron al califato vecino y propusieron al califa contrario llegar a un acuerdo que garantizara la convivencia pacífica; el califa vecino pidió que el califa que pedía la paz, cediera la mano de su hija para casarse con su hijo heredero, a lo cual éste consintió, luego pidió le entregara 200 elefantes de los 400 que tenía, éste contestó, no hay problema entréguenselos; luego pidió que le entregara el 50% de su tesoro, contestando éste: estoy de acuerdo, le entrego el 50% de mi tesoro; por último, el califa pidió que le entregara 2 metros cuadrados del territorio; la respuesta fue llamar a sus generales y decirles pongan el ejército en pie de guerra.

Moraleja: El territorio no se cede una sola pulgada, se defiende con todos los medios y consecuencias de que pueda disponer el país; cuidémoslo para que luego no sea tarde. «Pasemos de la retórica a la acción».

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