¿Cuál es el valor de la verdad?

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JOSE BÁEZ GUERRERO
La verdad es un bien escaso. Según la mejor teoría económica, debe por tanto ser cara. Hay tanta mentira circulando, que cada día la verdad se hace más preciosa. Por eso, cuando un político necesita desacreditar o disminuir el valor de las posiciones de su adversario, lo primero que ataca son sus verdades. Así, no es raro que el PRD y sus economistas confesos quieran desacreditar las estadísticas oficiales sobre el crecimiento y la inflación. Hay que destruir esas verdades, porque contrastan agudamente con los numeritos del desempeño propio cuando ellos fueron gobierno.

A mi casi me da risa el empeño de ciertos economistas por desprestigiar las estadísticas oficiales. Han usado argumentos tan cómicos como calificar la política económica como “terminator”, sin ningún asomo de rubor ante la comparación entre los resultados de dos y medio años de esfuerzos extraordinarios por rescatar y estabilizar un país que iba en picada, y el fruto de cuatro años pepehachistas que dejaron la nación devastada, como si varios ciclones la hubieran desguañangado.

Cualquier político sensato de un país donde la disparatología tuviera menos auge, aprovecharía la estabilidad y el crecimiento para reclamar atención a otros problemas que hasta los apologistas oficiales reconocen que han sido descuidados. Pero en vez de proponer soluciones a la interminable crisis eléctrica (que ellos agravaron con la ruinosa recompra a Unión Fenosa tras su quiebra de Edenorte y Edesur); en vez de sugerir cómo mejorar el transporte de pasajeros y de carga (que ellos agravaron corrompiendo falsos sindicatos regalándoles cientos de millones de pesos); en vez de unirse al clamor nacional para que aumente la inversión estatal en salud y educación; estos genios de la economía y la política prefieren dedicar sus mayores esfuerzos a dos cantaletas: hay que devaluar el peso, y las estadísticas sobre crecimiento e inflación están falsificadas.

Es claro que esa posición política tiene un solo fin, que es agravar en vez de mejorar la situación del país, para cosechar así los frutos del descontento. Una devaluación del peso implica un deterioro de las finanzas públicas, pues todo –desde la deuda hasta la compra de petróleo— requeriría de muchos más pesos. Al mismo tiempo, la descarada campaña para desprestigiar las estadísticas, que indican un crecimiento admirable de más de un 10% y una inflación de alrededor de un 5%, da pena por lo fallida que resulta. Todas las calificadoras de riesgo, entidades privadas independientes, dan crédito a los numeritos oficiales. Todas las agencias internacionales, FMI, BID, Banco Mundial, CEPAL, también desmienten los temores y la propaganda perredeísta.

Un punto resaltante de esta campaña es atribuir al gobierno el estado calamitoso de muchas industrias de zona franca dedicadas a ensamblar ropa. La mayoría de esas fábricas han quebrado porque durante el gobierno pasado, el peso se devaluó tanto que el cambio llegó a casi RD$60 por US$1. Al ajustar los salarios a esa realidad, los patronos sufrieron cuando el mercado corrigió la tasa, que hoy ronda los RD$34 por US$1. Otra causa de los aprietos de esos negocios es el auge de la China, un fenómeno ajeno a cualquier culpa del presente gobierno.

Lo que a mi me llama más la atención es cómo los principales voceros económicos del PRD prefieren quemar neuronas atacando insensatamente los logros del gobierno, en vez de ocuparse de sus debilidades. Una explicación es que quizás son unos pragmáticos, pero en un sentido filosófico. El pragmatismo, propuesto a finales del siglo XIX por un hermano del novelista Henry James, postula que la verdad sólo existe cuado es útil a quien cree en ella. El diccionario dice que el pragmatismo “busca las consecuencias prácticas del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y valor para la vida”.

El poco respeto por la verdad que demuestran muchos políticos criollos contradice el valor que debería tener, por escasa. Quizás el pueblo prefiere batata en vez de diamantes.

j.baez@verizon.net.do

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