Cultura de abandono

<p>Cultura de abandono</p>

Como si nos sobraran los recursos, a los dominicanos nos ha dado por abandonar a su suerte obras de indiscutible utilidad.

El caso más reciente de esta actitud es el del puente Juan Pablo Duarte, reconstruido a un costo considerablemente alto.

El sistema de iluminación del Juan Pablo Duarte está inservible o ha sido robado. Sea lo que fuere que haya ocurrido, el puente está a oscuras.

Se da por descontado que en el caso de esa obra, una vez concluida la reconstrucción, no se ha hecho labor de vigilancia e inspección, y mucho menos mantenimiento.

En el puente Juan Bosch ocurrió lo mismo en cuanto al alumbrado. Fue sustraído y pasó mucho tiempo antes de que lo repusieran.

Últimamente se ha detectado un grave deterioro de las barandas del Juan Bosch, y a juzgar por la edad de esta obra, habría que cuestionar la calidad de los materiales empleados en esta parte de la estructura. Este percance representa un riesgo para gente que cruza a pie por ese puente.

Ahí se ve que ha faltado también vigilancia y mantenimiento preventivo.

-II-

El caso de los puentes no es lo único en que se manifiesta nuestra cultura del abandono.

Cuando al Gobierno se le ocurrió hacer un barrio Chino en una zona capitalina que tiene como principal vía la avenida Duarte, a nadie le pasó por la mente que después de tanta fanfarria, el proyecto sería abandonado y la zona dejada como si hubiese sido devastada por un terremoto.

El abandono de los trabajos en esta parte de la ciudad ha ocasionado serios trastornos de tránsito y perjudicado muchos negocios, aparte de que ha desvalorizado inmuebles que ya estaban en venta.

Las consecuencias de estas paralizaciones de obras son generalmente aumentos considerables de los costos iniciales, tanto por alzas en los materiales y servicios como por deterioro de las ejecuciones dejadas abandonadas.

No es la primera vez que ocurre este abandono, pues hasta se llegaron a realizar estudios que revelaron la paralización en todo el país de obras por miles de millones de pesos.

-III-

Debido a esta misma cultura del abandono está convertido en una ruina el parque Enriquillo, que es uno de los desahogos más importantes en la zona de Villa Francisca.

Actualmente este parque es utilizado como mercado por decenas de vendedores ambulantes que prácticamente se han hecho dueños de las áreas donde tienen sus tarantines.

También está abandonado el parque Eugenio María de Hostos, en la zona del malecón, que por mucho tiempo sirvió para el esparcimiento de grandes y chicos.

No hay manera de justificar esta cultura del abandono que  resulta tan onerosa para el erario y que demuestra que muchas obras son iniciadas para procurar un efecto político coyuntural que, una vez logrado, relega la obra a segundos planos.

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