Uno de los principales problemas sociales en nuestro país es la violencia e inseguridad en la convivencia en el ámbito rural como urbano.
Garantizar la seguridad ciudadana supone, entre otras cosas, romper con los círculos de miedo que provoca la intervención militarista y represiva, fortalecer el sistema de justicia, erradicar la impunidad, atacar las causas de la delincuencia y violencia en sus raíces socio-económicas y culturales.
En el abordaje de la seguridad ciudadana es fundamental la creación de cultura de paz.
Puede leer: “Bienestar” y cultura popular
El fomento de una cultura de paz fundamentada en el desarrollo artístico y musical está cada vez más arraigado en América Latina. Las artes, y entre ellas la música y la danza, favorecen el desarrollo socio-afectivo de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, potencializando su creatividad, espontaneidad, libertad e interacción armónica. Pueden cambiar el estado de ánimo favoreciendo así a un clima de placer, alegría y armonía que incida en la disminución de actitudes agresivas y violentas en la interacción social.
Los cambios de una cultura de violencia hacia cultura de paz no solo implican una mayor inversión en educación y una integración de un currículo educativo que importantice la educación musical y artística sino que también deben producirse otras políticas sociales y económicas dirigidas hacia la juventud y hacia la población que incluyan oportunidades para el desarrollo humano y cohesión social.
El uso de las artes, la danza y la música en las aulas, comunidades, espacios laborales y vida social desde la perspectiva de educación para la paz debe ser un eje fundamental en un programa de Seguridad Ciudadana. Esto significa inversión del Estado y del sector empresarial-privado dirigida a crear espacios físicos, equipos y personal capacitado en los distintos municipios, campos y barrios del país para que la danza, las artes y la música se enseñen y se practiquen desde una perspectiva de educación para la paz.
En muchas comunidades y barrios existen ejemplos de buenas prácticas en formación de bandas, grupos de danza, coros, grupos de teatro-pintura que deben ser fortalecidos y expandidos a todo el territorio nacional. Convertir cada esquina de cada espacio de las grandes ciudades (Santo Domingo-Santiago) así como de cada provincia y comunidad en espacios de alegría basados en el teatro-danza-música es una medida más eficiente porque la alegría genera confianza y la ocupación del espacio público genera seguridad.
La erradicación de patrones de violencia en la cotidianidad es una urgencia en nuestra sociedad y todos los sectores sociales deben apostar a la inversión en programas dirigidos a la niñez, adolescencia y juventud que fomentan su desarrollo artístico y cultural para crear espacios de armonía social.