Cultura dominicana

Cultura dominicana

Sergio Sarita Valdez

Como tradición centenaria se preserva en la memoria dominicana el día 27 de febrero para celebrar la independencia nacional. La fecha más reciente es la designación de las cuatro semanas que contiene febrero para convertirlo en el mes de la Patria. Distintas actividades convergen durante dicho período entre las que se destacan por su colorido y simbolismo las fiestas y desfiles de carnaval. Varias provincias y zonas del país compiten en esplendor y bellezas entre las que se destacan Monte Cristi, Santiago, La Vega, Cotuí, San Pedro de Macorís, Santo Domingo y toda la banda sureña.

Actos escolares son programados para enaltecer las figuras de nuestros héroes y heroínas con sus respectivas epopeyas.

Visitas al Altar de la Patria acompañadas de hermosas ofrendas florales se repiten anualmente como rito de devoción a nuestros próceres independentistas.

Diferentes nuevas expresiones de las bellas artes se agregan con una dinámica creciente al calendario febrerista quisqueyano. Historiadores, escritores, poetas, pintores, escultores, actores y actrices, músicos, bailarines y bailarinas, jóvenes de las redes sociales, trabajadores de la radio y de la televisión rinden tributo al colmenar libertador que tiene a Juan Pablo Duarte como figura central, franqueada por Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella Castillo.

El espacio geográfico que comprende la parte occidental de la isla de Santo Domingo con una extensión territorial de 48,442 kilómetros cuadrados sería el lugar donde se asiente la dominicanidad, sin embargo, va más allá de los límites convencionales puesto que dondequiera que anide un alma criolla, allí estará plantado un árbol duartiano. El archipiélago antillano, los continentes americano y europeo, así como otros lejanos confines albergan mentes que sueñan y palpitan con ritmo quisqueyano.

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Ese conjunto de expresiones y costumbres nacionales forman nuestra autóctona, multicolor y variada cultura nacional.

A modo de anécdota recuerdo que, durante nuestra estancia en la bella isla de Borinquen, allá por la década de los setenta del pasado siglo XX, me contaban que las autoridades federales norteamericanas apresaban a grupos de jóvenes que deambulaban por las playas de Mayagüez. Para rápidamente distinguir si eran boricuas o dominicanos reproducían un merengue típico. De acuerdo a la reacción corporal inmediata separaban sin dificultad alguna a puertorriqueños de nacionales de República Dominicana. Hoy día no se les haría tan fácil pues ambos pueblos disfrutan en competencia el merengue, la salsa, la bachata y algo más.

Nuestra cultura crece y se ensancha. Ciudadanos europeos, sudamericanos, norteamericanos, asiáticos, africanos y caribeños que nos visitan comparten y disfrutan de nuestras hermosas playas y montañas, flora, fauna, lugares históricos, arte culinario, música y bailes autóctonos.

Sintámonos honrados con el legado histórico que conforma nuestra nacionalidad.

Ensanchemos nuestros límites fronterizos; hagamos de la República Dominicana un digno ejemplo de nido de amor, de paz, seguridad y confianza en el porvenir inmediato. Sembremos en nuestros hijos la fe y el orgullo patrio; sigamos bailando merengue y bachateando, al tiempo que los educamos para el trabajo digno, el respeto por los valores y cumplimiento de los deberes, así como aquello de amar al prójimo como a nosotros mismos.

Honremos con hechos la sacrosanta consigna de Dios, Patria y Libertad.

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