Cultura dominicana con sabor al mejor: Yaqui Núñez del Risco

Cultura dominicana con sabor al mejor: Yaqui Núñez del Risco

Hoy para variar, dedico mi espacio a mis mejores amigas: las palabras.
Yaqui

Cada vez que el destacado comunicador y productor de televisión Yaqui Núñez del Risco terminaba de escribir un artículo, había una fiesta en su casa. Llamaba a su esposa Susana Silfa para leérselo inmediatamente.

Luego me lo enviaba y si no estaba cerca de una computadora, en esa época aún no había redes sociales -me llamaba y me lo leía por teléfono-, entusiasmado, como un niño que acababa de hacer su primer barco o avión de papel, o echar a volar su primer papalote o chichigua.

Le encantaba ver la cara de sorpresa y escuchar las exclamaciones de admiración de su círculo primario acerca de su pequeña pieza literaria, una obra de arte. Así era, tras cada columna que escribió Yaqui: fruto del esfuerzo, ingenio y creatividad, había fiesta también en nuestros corazones.

Porque aunque esta tarea no le dejaba remuneración y le ocupaba muchas horas de investigación y lectura, era la batalla ganada que le generaba mayor satisfacción personal.
Su entusiasmo, lo provocaba haber adquirido la capacidad de resumir cientos de páginas leídas y notas tomadas, en la menor cantidad de palabras posibles, escribirlo con un preciosismo tal que rozaba la poesía.

Y, tras obtener la retroalimentación de su entorno y de sus lectores, le encantaba confirmar el provecho social o personal para muchos que le escribían correos electrónicos -que luego contestaba, uno a uno, con los que estaban de acuerdo con él y con los que lo refutaban.

Yaqui tenía su propia técnica de lectura rápida, en la que eliminaba artículos y conectores, cuando aún no se había inventado una técnica estandarizada para leer muchas páginas en poco tiempo.

Cualquier libro de consulta -para hacer un comentario en radio, televisión o una columna le llevaba varias horas de investigación en su biblioteca personal o de navegación en la computadora-.


También llamaba a sus amigos especialistas para confirmar la información especializada que estaba integrando a un determinado artículo. Era todo un proceso de trabajo diario, de cuyo resultado se enorgullecía con la frase: “es que yo soy un monito malo de bañar” o “el viejo vive y la leyenda sigue”.

Duraba horas leyendo sobre lo que quería compartir en una columna de menos de 200 palabras. Era un confeso admirador de la columna de Ramón Colombo (En Solo Cien Palabras) y de Radhamés Gómez Pepín (Pulsaciones) y se leía cada día entre las 6 y las 9 de la mañana los principales periódicos del mundo, cuando eran una novedad en Livio.Com.
Hacer “Hola, Nuevo Día”, la columna diaria que mantuvo en el Listín Diario en su última década, era su mayor diversión.

Él, que se consideraba un alumno que asistía al aula cada día de su vida, nunca lloraba cuando lo dejaban a la puerta del “cole”, tomaba su libro como fuente, su libreta para anotar sus reflexiones y le decía adiós a quien fuera y a lo que sea que estuviera sucediendo y que perturbara ese momento.

De hecho muchos de estos artículos fueron escritos en restaurantes, aeropuertos, mientras alguien manejaba, en la oficina de la casa, en la oficina del hotel donde se hospedara, etc. Y, aunque hubiera mucha gente, nada lo sacaba de su tema hasta que no terminaba y lo podía mostrar como una presea.

El mago de las palabras jugaba sacando del sombrero del conejo las más asombrosas historias, las escribía con palabras que no podían ser sustituidas por un sinónimo, porque estas eran como piedras preciosas que se convertían en despampanantes joyas tras él engarzarlas con maestría de orfebre en cada una de sus frases.

A él le gustó mucho un comentario que nos hiciera el poeta nacional Pedro Mir: “con Yaqui sucede algo muy extraño y pocas veces visto: Habla con la misma perfección con la que escribe” o algo menos elaborado “Yaqui es el único que habla como si estuviera escribiendo”.

No olvidaré la humedad de sus ojos cuando se lo conté. Fue porque lo dijo otro Pedro, como su padre, como él o como su hermano Pedrito. Pero a esta roca de poeta, a Mir lo llevaba en la sangre a base de admiración, por su inteligencia, su preparación y sus metáforas y su dignidad de ciudadano dominicano y caribeño.

En ocasiones contó este comentario de Mir que para él fue uno de los mejores premios que recibió en vida, tras su decidida entrega al idioma español, según él mismo decía.

Para Yaqui las palabras son una hermosa enredadera esculpidas con delicadeza para resaltar su significado, su belleza, su musicalidad y su poder. Por eso se esmeraba en hacerlas rimar, sonar y bailar. Para Yaqui el vocabulario era parte de su vida y de su formación. No le gustaban las palabras descompuestas, era algo que no toleraba. Le gustaban las palabras hermosas, y desencamar sus misterios y etimología, le gustaba incluir en su “cultura con sabrosura” las historias cotidianas de los hechos que contaba, además de sus significados, recuperaba anécdotas que hicieran reír al lector, para hacer más cercano y digerible el aprendizaje.

Sentía una gran obsesión por ser entendido y una de sus frases más recurrentes es “la gente solo atiende a quien le habla de cosas que a la gente le interesa, con palabras que la gente entiende”.

Aún habiéndose comido desde niño el diccionario: de a 5 palabras cada día por instrucciones de su padre Pedro Julio Núñez, quien admiraba a Demóstenes bautizado en la vieja Grecia como “El hablista”, término bajo el cual denominaba a Yaqui. Experiencia que le servía para ser maestro a tiempo completo:

“En mi caso, vivo, más que en simpatía, en empatía con los públicos a los que llego, porque la simpatía es inclinación afectiva y la empatía es identificación mental y afectiva”.

Aunque realizamos una edición temática de las columnas, está claro que en todas existe ese empeño por explicar las palabras, contextualizar el pasado en el presente y viceversa y por eso el título tenía que ser ese que lo resume todo “cultura con sabrosura”.

Decía el maestro que recordar es volver a pasar por el corazón y eso es lo que hemos hecho al leer todas estas columnas de Yaqui -más las que faltan, como le dije a Susana, este material da para una enciclopedia”.

Sus temas favoritos siempre fueron las palabras, la comunicación, la política, los libros, la música, la gente, su familia, los cambios sociales, la dominicanidad, la diáspora, la tecnología y personas que se superaron o que aportaron ejemplos para los otros. En fin, este libro resume la idea de Yaqui sobre la sociedad en la que le tocó vivir, un análisis científico de un intelectual que amó con pasión la lengua española, el lenguaje y todo lo que le permitía resaltar la gente noble y los actos que fueran buenos.

Re-leer estas joyas literarias, del pensamiento, la razón, la emoción, la curiosidad y el asombro de su autor, es renovar el placer de estar “Siempre con Yaqui”, un hombre que lo único que quiso fue, aprender para poder enseñar. Es de Susana Silfa, esta propuesta literaria, este libro que está disponible a través de la página de venta de libros puerta a puerta, de nuestro sempiterno amigo Víctor Vidal, Tus Libros en Casa, con páginas en la mayoría de las redes sociales.

Nosotros estamos «Siempre con Yaqui», el maestro imprescindible de la TV dominicana, como demostró en Imaginativa 2020 Edilenia Tactuk. Leer este libro es un derecho, ¡buen provecho!

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