Cultura política

Cultura política

No importa la estructura del sistema político operante en un país, los líderes tienen relativamente pocos instrumentos disponibles para promover su supervivencia política. Pueden promulgar políticas públicas generales que satisfagan los deseos de sus partidarios y quizá los de otros ciudadanos de su país, pueden repartir beneficios para comprar el continuado apoyo de sustentadores fundamentales. Sin embargo, estos tipos de beneficios y sus combinaciones no son nuevos, datan de imperios antiguos o tiempos medievales.

En la actualidad, los beneficios privados que se confieren son más bien del tipo de prebendas, exenciones, tarifas especiales para algunas comercializaciones, en vez de indulgencias, por ejemplo. Naturalmente, todos los residentes del país podrían gozar de los beneficios otorgados o pagan los costos de ellos. De esa manera, se producen actitudes conflictivas hacia esas políticas que en algunos casos causan la defección de  partidarios a un opositor doméstico.

Cuenta Bruce Bueno de Mesquita, et al, en su libro La Lógica de la Supervivencia Política que la cultura política, compuesta por los instrumentos disponibles y usados por los gobernantes, puede ser la razón por la cual algunas sociedades son gobernadas con mentalidad cívica y otras por ogros. Quizá, las democracias tienen la buena fortuna de contar con un número desproporcionado de líderes cívicos y honestos. Y recalcan que éste es un pensamiento agradable pero casi seguro erróneo. Si mentalidad cívica se entiende por lo que los líderes hacen, aparentemente los demócratas son más “cívicos” que los autócratas. Sin embargo, insisten de Mesquita, et al, que la diferencia en la actuación de los líderes políticos puede explicarse sin necesidad de usar la mentalidad cívica, el carácter nacional o la cultura y explican el curioso caso del Rey Leopoldo II de Bélgica.

Leopoldo II fue un paradigma del crecimiento económico, reforma educativa y muchas otras políticas altruistas en la Bélgica que se abría a la democracia a principios de 1900. No obstante, como dueño personal del Congo, fue un terrible dictador que promovió simultáneamente, inenarrable opresión y explotación de su posesión. Sugieren los autores que el Rey no cambió sus sentimientos, ni su cultura, tampoco su civilidad; sí ocurrió un cambio de las realidades políticas fundamentales y ésas alteraron su comportamiento.

Otra alternativa para la explicación de tan contrastantes comportamientos democrático y anti democrático, cívico y opresor, puede ser la existencia de elecciones competitivas. Las políticas electorales, ciertamente, están asociadas con arreglos institucionales que aseguren coaliciones ganadoras pero las elecciones no son necesarias, ni suficientes para dar cuenta de las diferencias en las decisiones sobre las políticas fundamentales. Méjico hasta el año 2000, es un ejemplo.

Sistemas electorales tramposos, incitan a la votación masiva y normalmente permiten candidatos opositores, sólo que no cuentan los votos correctamente, los compran o engañan de alguna otra manera a sus adversarios. Por lo tanto, la presencia de elecciones no es suficiente para explicar las alternativas políticas en esas sociedades. Tienen un gran “selectorado” pero una pequeña coalición ganadora. La ausencia o presencia de elecciones es inadecuada para explicar éxitos o fracasos. Por ejemplo, Hong Kong antes de pasar a China fue una colonia británica, sin elecciones, sin embargo, su gobierno produjo políticas de alta calidad y niveles de corrupción extremadamente bajos. Singapur con un gobierno autocrático ha provisto a sus ciudadanos de beneficios públicos sustanciales.

Asimismo, se debe reconocer que sistemas políticos de un distrito solo parlamentario, de múltiples distritos, sistemas presidenciales, monarquías, etc., todos pueden producir diferentes resultados públicos y privados, así como diferencias de longevidad en el poder de sus líderes.

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