Cultura y personalidad

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ATAHUALPA SOÑÉ
A través de las aportaciones que ha otorgado el psicoanálisis, se ha podido confirmar que lo ocurrido durante la infancia tiene profundos afectos durante la vida adulta. Con esto nos encontramos de frente a la realidad de pensar en los niños pequeños, no como meros bultos colocados ahí, sin percatarse de lo que ocurre a su alrededor; debemos más bien considerarlos en términos que resulten apropiados para niños y adultos.

Tanto los niños como los adultos, se sienten seguros cuando confían en que sus necesidades serán satisfechas. Poseen sentimiento de autovaloración, un sentimiento que otra gente los aprecia, si por el contrario se les negara de manera sistemática atención, y se les otorga continuamente rechazos, quedan resentidos.

En las condiciones citadas, pueden manifestar “mal genio”, pueden ser acobardados, taimados, o pueden adoptar una política de evasión o lo que es más simple, volverse apáticos. Todo lo que se dice de los niños acerca de que manifiestan su sentimiento de seguridad, o su sentimiento de ansiedad, parece ajustarse a lo cierto respecto al recién nacido que no puede expresarse.

Si un cierto método del cuidado del niño, resulta bastante uniforme en una sociedad, puede esperarse entonces, que tenga su repercusión en el tipo de persona considerado “natural” o “normal” de esa sociedad.

Las implicaciones señaladas poseen largo alcance, pues los niños son distintos de los recién nacidos, de los adolescentes, de los adultos, hombres y mujeres de edad, mayor, quienes son los actores de la cultura.

La cultura no será nada, sino lo que de su conducta tenga aprobación social y que a la vez sea reconocida como algo “hecho”, aunque se hacen muchas cosas que resultan neutras y que varían de una sociedad a otra.

Cuando los miembros de una sociedad se comportan de acuerdo a lo que se espera de ellos, están trazando o representando, un fragmento del “patrón cultural”. De aquí, que si el tratamiento recibido durante la infancia determina parcialmente la perspectiva del adulto hacia la vida, ¿no significaría esto que el tipo de cultura de estos adultos representen determinados esquemas de entrenamiento infantil?.

Dado el tratamiento general de recién nacidos y niños, otras características culturales se vuelven inteligibles. O más bien dicho de otro modo; si la crianza de los niños es tal o cual, entonces ciertas características culturales son sumamente improbables. Si los recién nacidos en una cultura como la de los Mundugumur, que han sido tratados por sus madres con hostilidad, de modo que sólo luchando han podido alcanzar sus fines, no puede esperarse de ellos que sean adultos pacíficos y cooperadores. Toda su experiencia se halla en contra de esto.

Es posible que su propia técnica y lo que esperan de los otros los conduzcan a apreciar un patrón cultural que tenga alguna relación inteligible con aquello que han vivido.

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