Cupido en la máquina del tiempo

Cupido en la máquina del tiempo

Qué significa amar? ¿El amor es para siempre o para unos años? ¿Por qué casarse? ¿Casarse por amor o por interés? Las respuestas a estas preguntas han variado a lo largo de la historia.

El amor y el matrimonio no siempre han ido de la mano. A menudo este último ha sido una cuestión de interés y, si bien en todas las culturas existe esta institución, su sentido ha sido muy diferente a lo largo del tiempo, según aseguran los historiadores del Museo de Historia de Cataluña, (MHC).

Ahora, cuando el casamiento se cuestiona con frecuencia y se admiten múltiples formas de amarse, es útil ver las diferentes maneras de entender el amor a lo largo del tiempo, y conocer cómo eran el galanteo y la seducción, las creencias, las costumbres del día de la boda y la función social de cada momento, según el MHC (www.es.mhcat.cat).

Para ello este museo propone un viaje por la historia de Cupido y las maneras de formalizarlo en la sociedad occidental, desde la antigüedad clásica, a través de obras de arte, canciones, objetos, el cine, la literatura y testimonios, en su exposición “¿Te amo? Una historia del amor y el matrimonio”.

Su comisario es el antropólogo Xavier Roigé, decano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, UB, (www.ub.edu), profesor de Antropología Social y Cultural, y especialista en el estudio de la familia y el parentesco.

Amarse y casarse en la antigüedad clásica. En Grecia y en Roma se distinguía claramente entre matrimonio y comportamientos amorosos y sexuales, y los hombres, sobre todo en las clases altas, tenían una gran libertad en cuestiones amorosas y sexuales, mientras que las mujeres tenían más restricciones y quedaban confinadas al ámbito doméstico, especialmente en Grecia, según expertos del MHC.

En esa época, el matrimonio era un trámite burocrático, un acuerdo pactado entre familias que comprometía el estatus de todo el grupo familiar, de acuerdo a esta misma fuente. “De los cónyuges se esperaba fidelidad a este compromiso en forma de respeto, apoyo mutuo y afecto, mientras que la sexualidad, en todas las formas imaginables, estaba presente y explícita en el mundo clásico, incluido el adulterio, la homosexualidad o cualquier placer amoroso”, añaden desde esta institución.

“En Roma, el día de la boda, la novia llevaba un velo naranja. Después de la ceremonia, al anochecer, la novia era secuestrada ritualmente de los brazos de la madre y se iba en comitiva hacia la casa del novio llevando el agua y el fuego a la nueva casa, donde se celebraba un gran banquete”, explican.

Cristianismo: el matrimonio-sacramento. Con el triunfo del cristianismo, a partir del siglo IV, se desarrolló una nueva idea de amor, la Iglesia adquirió el monopolio de poder otorgar el matrimonio y la boda se convirtió así en una garantía del orden social y una forma de controlar las pasiones amorosas y sexuales, según se revela en la exposición. En esta época el ideal del amor cristiano era el amor fraterno, y el amor

carnal era visto como algo solo tolerable e inevitable para la procreación.

Cantar a la amada: el amor cortés. Según el MHC, los ideales del llamado amor cortés o cortesano, que se desarrolló en ambientes aristocráticos y se inició en el siglo XII en Occitania (territorio que en la actualidad abarca zonas de Francia, España, Italia y Mónaco), proliferaron en la época medieval y moderna. En esa época, los poetas y

trovadores no cantaban a las esposas, sino a las amantes, distantes e inaccesibles, a las que los poetas suplicaban sus favores, según el Museo de Historia de Cataluña, que informa en su exposición que en el amor cortés, la mujer resultaba para el amante un ser inaccesible, culminación de todo tipo de valores, y este tipo de amor era una especie de adulterio platónico y profano, ya que era totalmente ajeno al matrimonio.

El amor idealizado se expresaba en forma de poemas y canciones para sus amadas.
En sus versos, los trovadores expresaban la belleza y las virtudes de las damas, unos seres ideales a los que hay que amar por su belleza y a los que hay que cuidar, según añaden.

En las cortes de la Europa moderna era normal que las parejas reales y nobles llevaran vidas separadas, por lo que tanto las mujeres como los hombres, a menudo buscaban satisfacción y compañía entre las personas que vivían en la corte, afirma el MHC.

“Este modelo parte de la herencia clásica, pero se configura sobre todo con el cristianismo y con el romanticismo.

Amor y matrimonio ¡por fin unidos! Nacido de las clases altas a partir del siglo XIX, el ideal del amor romántico supone un cambio transcendental: el amor y el matrimonio van juntos, y se enfatiza más en las emociones que en el placer físico, desvela la exposición “¿Te amo?” .

El Romanticismo exalta los ideales de la familia con- yugal como garantía del orden y la estabilidad social, con una separación absoluta de los roles del hombre y la mujer, esta última dedicada a la belleza, a los hijos y al hogar, aseveran, añadiendo que, mientras, los sectores obreros cuestionaban los ideales de familia conyugal y pedían un amor libre.

ZOOM

Cambio de rituales Con el Romanticismo, ampliamente representado en la l

iteratura, la música, la pintura y las demás artes de la época, los rituales de matrimonio alcanzaron su plenitud y las clases altas reinventaron los rituales que más tarde acabaron extendiéndose por todos los sectores sociales, según el MHC. Entonces los trajes de novia abandonaron el negro, que caracterizaba las bodas en la sociedad campesina, para ser blancos.

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