Cuqui Batista
La originalidad de sus diseños aparece
por doquier

Cuqui Batista <BR><STRONG>La originalidad de sus diseños aparece <BR>por doquier</STRONG>

POR ÁNGELA PEÑA
Las huellas de su espíritu innovador, de su especial capacidad creativa, han quedado grabadas en edificaciones como el Palacio de Bellas Artes, las barandillas de la autopista Duarte, puentes que van desde Santo Domingo a Santiago, el mercado de San Cristóbal, la Feria Ganadera, Academia Militar Batalla de las Carreras, cárcel de La Victoria y en el Cibao, en la Fortaleza San Luis, el campo de Aviación, local del Partido Reformista,  Iglesia Santo Cura de Ars (como era en un principio), edificios de la Universidad Católica Madre y Maestra, sedes que alojan el Cuerpo de Bomberos, el Banco Nacional de la Vivienda, la Cloaca, que hizo Luis Bonet y la dibujó él con un sistema de tratamiento de agua, “Pedro Manzano calculaba y yo dibujaba”, así como una infinidad de residencias, urbanizaciones y casas modestas de barrios en el Distrito Nacional y en la ciudad Corazón que le vio nacer en Gurabito, el seis de junio de 1925.

Fue a la Universidad de Santo Domingo a estudiar ingeniería y arquitectura y aunque con quien debió tener problemas fue con los calieses del trujillato por la posición de su padre, adversa al régimen, las dificultades se le presentaron con sus maestros que no concebían la calidad y originalidad de sus diseños apenas iniciando la carrera. No querían ponerle calificaciones, por lo que debió acceder al entonces rector Julio Ortega Frier, al Secretario, al director de Registro que tuvo la confianza de aconsejarle: “Un hombre puesto por Trujillo tú no lo puedes quitar”.

Es que, además del talento innato que tiene para el dibujo, llegó a la casa de estudios con los conocimientos adquiridos en un Manual de Dibujo Arquitectónico, de autor argentino. Aprendió solo, como sus hermanos Augusto y Pedro, famosos aquí y en el mundo por la misma singular especialidad.

Tiene tantas ideas y experiencias como nombres. Le bautizaron Francisco Manuel Felipe Lorenzo Batista Bisonó, pero la Capital, Santiago, Canadá, Alemania, Lisboa, Londres, Nueva York, lo conocen como “Cuqui Batista”. No gusta que le llamen arquitecto, diseñador ni ingeniero. Es dibujante. “Me gusta más el dibujo, diseño no tiene nada, porque es una cosa copiada”.Reside en Santiago desde 1961, más no retirado, aunque ya no está en Mera Muñoz y Fondeur, donde laboró durante más de 40 años.

Su residencia, que es también lugar donde concibe soluciones para problemas del tránsito, la sobrepoblación, la protección contra terremotos, inundaciones, ciclones, está hecha según sus criterios estructurales para que nunca se sienta calor en ninguna de sus amplias dependencias, ni sentir ruidos externos y contar con espacio para estacionar todos los vehículos porque, para él, “una casa que no tenga donde guardar cuatro carros no sirve”.

Piensa, además, que hay que fabricar viviendas baratas, sin zócalos, con las puertas y ventanas imprescindibles, no tan grandes. “El secreto es no guardar  el calor, que tú no le veas las vigas”, comenta rodeado de lupas, reglas, calculadoras, brújulas, lápices, cartulinas, papel, reglas de escala, escobillas, relojes, cuchillas, sacapuntas, cinta adhesiva, mapas, binoculares, cartabón, reglas T…

Es un maestro del dibujo desde que fue estudiante. Por eso lo reclamaban insistentemente ingenieros y arquitectos que fueron pioneros en la materia: José Antonio Caro, Alfredo y Petro Manzano, Bebecito y Alejandro Martínez, Pedro Pablo Bonilla, Juan Bernal, Alberto Bonet, Guido D’Alessandro, entre otros. Pero el más familiar en su recuento es Henry Jean Edward Gazon Bona, “el que hizo todos esos monumentos” y a quien realizó incontables dibujos.

Pintoresco, ocurrente, genial, espléndido, ingenioso no sólo para el dibujo arquitectónico, en su acogedora vivienda hay detalles y elementos fruto de su temperamento inventivo. En su léxico el cibaeñismo es arraigado. “Fui a la Universidad en 1945, ya viejo, porque era asmático, llegué tarde, a los veinte años. No me gradué por política, no convenía mucho figurar en ese tiempo”, cuenta al tiempo que confiesa  complicidades con Pipe Faxas, del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

Los Trujillo y sus caprichos

Estaba en el segundo año cuando Henry Gazon, enterado de su rapidez y superioridad descriptiva lo requería con insistencia. A los dos meses decidió visitarlo y fue recibido con estas palabras: “Has perdido dos meses de buena compañía”. Refiere que Gazon era, además de ingeniero y arquitecto, Mayor del Ejército Nacional, hijo de un francés, pero lo botaron de aquí cuando cayó en desgracia por la Casa del Cerro. Vino el americano que vendió el Yate Trujillo y dijo que esa era una casa de orates, hasta salió en El Foro Público. Él era un poco descuidado…”. Lo que ocurría, según don Cuqui, era que algunos ingenieros y arquitectos, por complacer a los Trujillo obviaban procedimientos de técnica y diseño. “María Martínez privaba en arquitecta, mandaba donde Pepe Bonilla y yo tenía que dejarlo todo”.

“La Academia Militar Batalla de las Carreras, la hizo Aldo Borrás Logroño. A veces creían que los Trujillo sabían mucho, pero no sabían nada. La hizo sin capiteles, como un espíritu clásico, pero abstracto, no tiene molduras, no eran exigentes, los Trujillo no entendían nada. Esa obra tiene errores conceptuales”. Batista hizo el dibujo de la Escuela de Cadetes. “Ramfis se lo había dado a diez personas, y a las diez se lo hice yo. A Borrás le dijo que lo quería clásico, entonces se lo dio. Eso está en San Isidro”.

Batista dibujó también la mansión de Virgilio Trujillo, que aún perdura en Santiago, en lo que es hoy la avenida Juan Pablo Duarte. Porque, aunque secretamente era desafecto al régimen, “dibujaba con todo el mundo, aunque rechazaba ciertas cosas. Por ejemplo, cuando Anselmo Paulino estaba en su apogeo, vino con Ramón Trueba a darme una obra, un cuartel de guardias, lo quería en 15 días. Le dije que no, pero le busqué a un hermano mío y a Farías Cabral, que había sido dibujante de Gazon, y le hicimos el plano en once horas”.

“El dibujante debe razonar”

Muestra preocupación por el rumbo que está tomando Santiago. Guarda dibujado en un plano, como su gran secreto, la solución al problema del tránsito a nivel nacional, que piensa no resolverá el Metro. Piensa, por otro lado, que “el país debe irse a la zona cretácea, que es el área dura de la Cordillera Central, huyéndole a los terremotos. Hay que abandonar la ciudad, cuando se rompa la Presa de Tavera, se borra Santiago”. Ha diseñado, además, el reordenamiento de su ciudad pero nadie pone en ejecución sus apreciaciones pese a que es muy demandado para ofrecer conferencias.

Sus inicios con Gazon, son jocosos. “Le dijeron: en la Universidad hay un loco que le hace dibujos a todo el mundo. Ya yo me había distinguido. Por ejemplo, Humberto Ruiz Castillo era maestro de Descriptiva, la materia más importante de la Proyección, cuando él ponía el problema, ya yo lo había acabado. Entonces no me quería ahí de necio”. Un día le puso de tarea una bomba de gasolina, y la dibujó en segundos. De 30 estudiantes que había en el aula, don Cuqui le hacía los dibujos a veinte”.

Esos antecedentes hicieron que Gazon lo mandara a buscar para que dibujara el Alma Mater de la hoy UASD. Un ingeniero a quien apodaban “Amarillo y colorao” cuestionaba el que había hecho el ingeniero Teófilo Carbonell. Cuqui lo revisó y vio que estaba bien, “pero a él no le gustaba porque era asimétrico. Entonces me lo encargó a mí”.  Para evitar problemas con “Teofilito”, Batista pidió 700 pesos por el trabajo pero lo encontraron exagerado entonces se lo encomendaron “al francés que dibujó la Basílica, el Faro a Colón, los estadios Ciudad Trujillo y Cibao, y éste cobró 35 mil pesos”.

Mario Penzo, Checo y Manzano, Papito Frómeta, Miguel Hernández, Joaquín Balaguer, Guido D’Alessandro desfilan por la interesante y movida historia de este maestro del dibujo que no hace ostentación de su sapiencia y que es generoso en recibir y orientar a jóvenes que se inician en la carrera. Cree que es tan bueno, “como dicen”, porque “aprendí la proyección” y opina que “los dibujantes de ahora adolecen de falta de conocimiento de proyección, no manejan el dibujo.  El dibujante, agrega, tiene que razonar lo que hay que hacer, y decirlo”. Para ayudarlos, tiene cuatro libros inéditos: El proceso del diseño, La crítica, Lectura arquitectónica, El Urbanismo, La vivienda. Los exhorta a que “aprendan geometría descriptiva, a pensar, a no creer sólo lo que dicen los libros. Yo dije, y me cogieron odio, que lo que hay que hacer es desaprender lo aprendido, no es una frase que inventé, el fracaso está en la rutina del conocimiento”.

Además de dibujar ha salvado de serios aprietos construcciones que se iban a inaugurar sin baños, como la cárcel de La Victoria, electricidad, ascensores, rampas, escaleras, aunque entiende que éstas “son un atraso técnico que hay que ir erradicando”.

Considera su obra más importante lo que fue “el primer hito de la arquitectura tropical de aquí: Muerto Trujillo le quité la altura a todas las casas del país”. Queda como modelo una que dibujó en la calle Francia esquina Galván, de la capital. “No tiene viga, en ese tiempo, Bolívar Patín, Jefe de Obras Públicas, no nos dejó ponerla de ese alto, si no más elevada, pero el mismo día que mataron a Trujillo bajé  la casa que estaba dibujando a 2.40 y así se sigue haciendo, es decir, que he economizado un metro de casa. Es el primer hito de la arquitectura climática tropical de la República Dominicana, para no guardar calor”. Por eso su lema de construcción: “Circular, iluminar, ventilar”, aun con la casa cerrada.

Don Cuqui está casado con Rosy García, madre de sus dos hijas Ava Mía e Iraina. Sus padres fueron Manuel Batista y María Consuelo Bisonó Hernández. De su ascendencia judía heredó anunciar la fecha en que morirá y escribir en vida el epitafio. El suyo dirá: “Por escritura y diseño / Pauta ciencia al arquitecto/ Su cultura queda en vuelo / Vive en el supremo suelo / No muere, porque en precepto / Inmortal queda en concepto.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas