¿Curar la mentira o prevenirla?

¿Curar la mentira o prevenirla?

Para los niños menores de cuatro años, el mundo de los sueños, deseos y fantasías no siempre se diferencian de la realidad objetiva, por lo que les gusta hacer cuentos e inventar historias; y como muchas veces confunden un poco la realidad con la fantasía, esto se percibe como una actividad normal porque ellos se divierten oyendo e ideando cuentos.

La confusión entre los hechos observables, y los deseos que se satisfacen en su mundo imaginario, puede inducir al pequeño a decir mentiras para evitar tomar contacto con la realidad, donde se empiezan a impartir ciertos límites.

Un niño mayor o un adolescente puede decir mentiras interesadas, para no tener que hacer algo o negando responsabilidad por sus acciones; sin embargo, los padres deben de reaccionar a este tipo de mentir ocasional hablando con el niño y explicándole cuán importantes son la verdad, la integridad y la confianza.

Es preciso que recordemos siempre que la honradez se aprende en el hogar, y que los padres son el modelo de mayor importancia para los hijos.  Por lo que cuando los padres se preocupen cuando su niño o adolescente diga mentiras, ellos deben saber darse tiempo para hablar seriamente con su hijo/a acerca de la diferencia entre la fantasía y la realidad, la mentira y la verdad, y explicando la importancia de la honestidad en el hogar y en la comunidad.

La tendencia del niño a la franqueza o  la doblez depende en gran medida de la actitud con que los adultos reaccionan frente a la mentira.

Algunos niños, aun sabiendo la diferencia entre la verdad y la mentira, elaboran historias que parecen verdaderas. Estos niños o adolescentes suelen relatar este tipo de historias con gran entusiasmo, ya que reciben mucha atención mientras cuentan la mentira.

Es muy importante no reírle las mentiras. No se puede admitir la mentira como gracia o broma, ni debe reírse con el/ella como alabando abiertamente la ocurrencia, ingenio o astucia que el niño muestre. Con esta actitud se suele estimular la mentira y se tuerce el juicio moral.

Sucede también que así como un día los padres le ríen y alaban la gracia, en otras ocasiones no dejan de censurar o castigar la mentira, por lo que, con tal incoherencia, comprometen gravemente su acción educativa.

Hay que ser responsables, tengan en cuenta que curar la mentira es más difícil que prevenirla. Cuando un niño se ha acostumbrado a mentir es porque han fallado las condiciones ambientales necesarias que previenen este acto.

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