Curiosidad del género humano

Curiosidad del género humano

La curiosidad que muchas veces oímos condenar: ¡Qué curioso este muchacho, me caches! Es definida por el diccionario de la Real Académica de la Lengua Español como: “Deseo de saber o averiguar lo que no nos concierne. Vicio que nos lleva a inquirir lo que no debiera importarnos. Cuidado de hacer una cosa con primor. Cosa curiosa o primorosa.” A la luz de esas definiciones, especialmente las dos primeras, no es de extrañar la expresión de arriba. Sugiero que se le agregue otra acepción al diccionario.

En realidad, muchos antropólogos y autores señalan la curiosidad como la característica que ha marcado la diferencia nuestra (Homo sapiens sapiens) de los demás animales. Es el fundamento de las ciencias, lo que ha motivado nuestro desarrollo a través de largos años de evolución, nos separa de los animales y por milenios nos ha movido a saber, ponderar, crear. Nos ha provisto las herramientas para sobrevivir en el curso de la historia y labrarnos una existencia contra enemigos más poderosos y agresivos.

No es nuestra fuerza física la que nos ha traído hasta nuestros días, es la inteligencia y ella no se hubiera desarrollado sin la magia de la curiosidad. Es ésta, la que ha logrado que seamos humanos, denominación genérica que abarca desde el Homo habilis, Homo erectus hasta el Homo sapiens sapiens, es decir, todos los que se han denominado Homo (Humanos) en la competencia por sobrevivir.

Primero aparece Lucy, en el norte de Etiopía, Donald Johanson la denominó Australopithecus aferensis, que quiere decir Mono del sur de Afar, región donde apareció. Lucy tenía un cerebro pequeño pero caminaba encorvada, había bajado de los árboles a la sabana, comía raíces e hierbas, era la predecesora del Homo en el proceso evolutivo. Antes de llegar a Lucy desfilaron toda una serie de animales como nuestros antepasados.

El estilo de vida de los monos de sur de Afar evolucionó en el género Homo, inició el Homo habilis u hombre hábil, quien en la sabana africana tenía enemigos con los que competía por la comida o se escondía de los que lo harían su almuerzo. Un día, uno de ellos, quizá el primer “científico” tomó dos piedras en sus manos y su curiosidad lo llevó a chocarlas oblicuamente una con otra a ver qué pasaba, notó que se desprendían pedazos con bordes cortantes, la primera herramienta, un paso extraordinario en nuestra historia antropológica. Aprendimos que podíamos transformar la naturaleza, eso cambió nuestro modo de vida. En lo adelante el habilis podía cortar y comer pedazos de carne, paso decisivo pues ya no tenía que comer hierbas en grandes cantidades para sostenerse, la carne lo sostenía largo tiempo e introdujo variaciones en su físico, su estómago se redujo, creció en estatura y cerebro. Podía caminar mayores distancias.

Al llegar el Homo erectus, hombre erecto, más alto, la curiosidad aumentó puesto que podía ver más lejos en la sabana, caminar grandes distancias pero seguía sometido constantemente a las dificultades que requerían de su ingenio para sobrevivir. El Erecto evolucionó hace medio millón de años en el Homo sapiens, hombre sabio, con mayor capacidad cerebral y finalmente en el Homo sapiens sapiens, hombre moderno que probablemente surgió unos 200,000 años atrás. ¿Por qué se preguntó Newton qué hacía caer la manzana? La curiosidad.

La importancia de la curiosidad es reconocida hoy como fundamental en la educación. Las mejores escuelas de párvulos, de primaria y todas las demás, incluyendo las universidades, tratan de desarrollarla. No hay científico que no sea curioso. La curiosidad está tan impresa en nuestras mentes que los lectores recordarán a sus hijos y nietos de pequeños preguntando constantemente: ¿Por qué? …. y ¿por qué? ….. y ¿por qué? Hasta acabar con la paciencia del adulto, quien le haría un grandísimo servicio si en vez de cortarlo lo estimulara a seguir preguntando. Imprescindible en la Era del Conocimiento.

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