CHIQUI VICIOSO
Estaba en El Salvador, participando en un seminario sobre Mujer y Migración, cuando recibí las noticias sobre el concierto de Ricky Martin y su campaña sobre las mujeres traficadas. Impresionante el poder mediático que pueden lograr las declaraciones de afamados artistas internacionales sobre un flagelo tan terrible como es la esclavitud moderna, reorganizada y relanzada por bandas transnacionales de criminales de la peor especie.
El Salvador está de nuevo en las noticias, no ya por una guerra sucia (financiada por el Macartismo y Reaganismo) que diezmó su población rural e indígena; o por sus sucesivas olas migratorias a los Estados Unidos y consecuentes deportaciones (solo en un año El Salvador recibió a 78,000 deportados); sino por la notoriedad que han adquirido sus llamadas «maras», bandas juveniles (o nuevas guerrillas urbanas sin ideología), que siendo resultado de procesos de apropiación juvenil de identidad, se han ido consolidando como redes de crimen organizado, una de cuyas vertientes es el trafico de personas.
Las deportaciones no son nada nuevo como mecanismo de reciclaje migratorio de los Estados Unidos. Solo entre 1953 y 1956, los Estados Unidos deportaron a más de un millón de mexicanos que habían llegado en la primera oleada del programa de braceros, a lo que había sido originalmente su país. En 1980, producto de la guerra, se incrementó la diáspora salvadoreña, (amenazada por los escuadrones de la muerte aun Los Angeles) y, ya en 1988, comenzaron las deportaciones masivas de USA a Centroamérica y México, figurando entre los deportados prominentes miembros de las bandas juveniles, organizaciones que alcanzaron en los 90 una dimensión nacional, tanto en Centroamérica como en los Estados Unidos. En 1993, las maras se aliaron con las pandillas al sur de California y con la Mafia Mexicana, llegando a formar (durante el período 1996-2000) unas 12,850 bandas, solo en USA, conformadas por unos 800,000 pandilleros.
Empero, ¿qué tiene esto que ver con Daddy Yankee?
Es que estando en El Salvador aproveché para visitar el primer centro para mujeres y niñas víctimas del tráfico y trata que se ha creado en Centroamérica. Quería entender cómo funciona eso que aparentemente inhibe a tantos ministros y directores de programas por sus supuestas complicaciones: la creación de un albergue o refugio.
Acompañada de su directora, una joven médico, llegué a una casa de dos plantas y patio grande, convenientemente ubicada en un «cul de sac» con una sola salida, y vigilada 24 horas por organismos de seguridad. La casa es administrada por el Departamento de Asuntos Sociales de la Cancillería de El Salvador (la cual creó una Cancillería paralela para las y los salvadoreños en el exterior), y es financiada por la Dirección de Migración. El personal que lo atiende, jóvenes mujeres profesionales, proviene de la ONG Huellas de Esperanza. El tiempo de permanencia en el refugio es de seis semanas, excepto en casos de extrema gravedad, como el de una niña de 13 años violada por 15 maras y abandonada como muerta, que salió embarazada y ahora es madre de una bebé de 30 días de nacida.
En este centro hay unas 22 niñas, entre seis y 15 años, (guatemaltecas, salvadoreñas y costarricenses) que fueron traficadas y tratadas para la prostitución y venta de drogas; rescatadas por migración, policía y/u organismos de seguridad; referidas al equivalente salvadoreño del CONANI, y de este al refugio Huellas de Esperanza.
Lo primero que me preguntaron las niñas, cuando les dijeron que yo era de El Caribe, fue si yo era de Puerto Rico (pensé en Hostos y en Julia de Burgos y casi digo que sí), y luego que si conocía a Daddy Yankee, cuyas canciones se sabían. «Conozco a su tía», les dije. Entonces le escribieron una nota, firmada por todas, pidiéndole a Daddy que en su próximo concierto mencione a las refugiadas del Centro Huellas de Esperanza (para que el mundo sepa que ellas existen), y les mande sus CDs, los cuales puede remitir al refugio vía la Cancillería salvadoreña.
Daddy, tengo entendido, tiene un próximo concierto en Los Angeles, real capital de El Salvador, un escenario ideal para que le envíe el saludo a las 22 niñas (que apenas pueden hablar sin ponerse a llorar).
Ojalá que el representante local de Daddy, o algún amigo (¿lo conocerá Juan Luis?), le hagan llegar este mensaje.