El pueblo llano a veces da lecciones que los políticos en general deberían asimilar, en medio de la carrera de una campaña electoral a destiempo y dispendiosa que no se compadece con la gravedad de los problemas sociales, contra los cuales lo que hay que hacer es trabajar.
Trabajar sin excederse en el consumo de bebidas (ron dao) ni de combustibles en nutrido caravaneo en momentos en que el precio del petróleo va rumbo a los cien dólares el barril, lo que, según admite el propio gobierno (aun enfebrecido por la reelección) podría conducirnos a una verdadera calamidad nacional.
No deben, los políticos, tratar de enseñarle a la gente que para ganar dinero basta con sonreirle al candidato y aplaudirlo. El motor del desarrollo no se enciende con dádivas. La didáctica de atraer prosélitos con bebentinas y papeletas reniega de principios democráticos, antes exaltados, y da una pésima señal a la juventud y al pueblo en general.
Son actos que empuercan la política, un verbo mal pronunciado que en otras épocas se escuchaba en los campos.
Antier en el lugar conocido como La Pared, de Haina, un diputado del PLD repartió, a propósito de una caravana morada, papeletas de cien y quinientos pesos, provocando el entusiasmo de una desesperada parte del público.
Pero más adelante, estudiantes de la escuela de Monte Largo, San Cristóbal, exhibían pancartas para denunciar la penosa carencia de pupitres (pues dijeron recibir docencia sentados en el suelo) lo que debería avergonzar a las autoridades de un proyecto político que regala cuartos y romo, y es en medio del jolgorio que descubren que problemas elementales del propio sitio a donde han acudido a hacer política, no están resueltos todavía.
Caos vial
A pesar de los esfuerzos de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) y de otros organismos por imponer algún orden, lo que reina en muchas calles de Santo Domingo es una anarquía.
Ahora que la disidencia choferil ha sido apagada por el gobierno en un 80%, mediante concesiones complacientes a dirigentes, la ciudad es territorio apache para choferes de concho que congestionan rutas sin la alternancia diaria en función de los colores de los automóviles públicos.
Y peor todavía: a los curiosamente llamados obreros del volante les han otorgado patente de corso para transitar por todos las vías aunque no estén registrados legalmente a los fines de prevenir la incursión de piratas.
Hay que advertir a la ciudadanía que este caos está siendo aprovechado por delincuentes que se hacen pasar por choferes de concho para asaltar a los pasajeros.
Un delito que fue muy común en otros tiempos ha vuelto por sus fueros.
Bastó que el gobierno se asustara con una huelga para que suavizara las manos con que debe preservar el orden vial para que ahora el transporte urbano esté desorganizado, situación que no solamente deja a la libre a los choferes propiamente dichos sino también a los antisociales que se enmascaran para robar.