Dame un pueblo “agradecido” y te daré un pueblo “solidario”

Dame un pueblo “agradecido” y te daré un pueblo “solidario”

El verdaderamente agradecido “no dice” gracias, por los beneficios recibidos, con meras palabras o gestos desvinculados de su comportamiento vital. El verdaderamente agradecido, consciente y gozoso de los beneficios recibidos -de la paz, la alegría y esperanza que le han dado- “devuelve bendiciones”, y no meras palabras, o gestos fugaces, a quien se los dio. Y procura que otros puedan experimentar la vida, el gozo, la esperanza y la paz que él experimentó, si es bien nacido.

Sólo es verdaderamente “agradecido” quien reconoce en lo profundo de sí los beneficios recibidos. Y por eso agradece con hechos, con coherencia y fidelidad. Y no con meras palabras, o gestos esporádicos.

Como todo en la vida, el agradecimiento es “uno y múltiple”. No todo agradecimiento se expresa ni fructifica de la misma manera. Hay tantos tipos de agradecimiento como tipos de personalidades. Hay el agradecido verbal y el práctico. El momentáneo y el permanente. El de palabras lindas y el que construye.

El que construye desde una personalidad movediza y el que agradece desde la roca firme de una personalidad madura, coherente y consolidada. Ningún agradecimiento es superior a la personalidad del beneficiado.

Todo es “agradecimiento”, pero sus frutos, son muy diferentes. Unos dan vida, confianza, apoyo y ayuda mutua. Y otros reverencias, aguajes, mucha amabilidad y poca solidaridad.

Una cosa es sentir y expresar fugazmente la vivencia del beneficio recibido, como burbujas. Y otra que le cale a uno hasta su concón, y dé cosecha de fidelidad y coherencia, tejiendo un entramado de bienestar y confianza mutua, que promueva y asegure un proyecto común por el que trabajemos con lealtad mutua.

Sólo con un pueblo agradecido de los bienes recibidos podremos tener una Dominicana solidaria, una sociedad que realmente sea tal, y no un hato de mansos y cimarrones.

Sólo quien es consciente de “disfrutar” los beneficios de una convivencia respetuosa y realmente beneficiosa, acepta el recorte de su individualismo y libertad medalaganaria, y trabaja por un bien común mayor “donde quepamos todos”, y no sólo los amigotes lambones del jefe de turno. En buen castellano el ser buen ciudadano, solidario, no es masoquismo ni es ser pendejo. Es un servicio al mejor interés individual.

Es una apuesta por potenciar las oportunidades personales, con el respeto y la ayuda mutua, que implica educar, y a veces domesticar, el individualismo antropófago que cada uno pueda tener.

El ser solidario es una inversión en paz y progreso personal y de los que uno ama, y realmente quiere proteger. Y como toda inversión supone aceptar la “renuncia” de un consumismo inmediatista alicorto, hijo de un individualismo arbitrario y a costa de otros, que siembra resacas y boomerang. Y supone la “confianza y seguridad” de que al hacerlo, yo y los demás estando esto suficientemente “garantizado” por la vigilancia de los coordinadores del grupo podremos disfrutar de mayores oportunidades a las inmediatas y en el futuro todos, y no sólo los lamepiés y cómplices del jefe. Mayores que si cada uno caminara como chivo sin ley y pisando a los otros.

Sólo invierte en algo quien confía en que se le garantiza el disfrute de sus sacrificios y renuncias. Y si no hace rancho aparte, o emigra y no colabora. Hay “capitales golondrina” que emigran a otro país cuando detectan inseguridad o menor rentabilidad de sus esfuerzos donde están. Nuestros emigrantes son “capital humano golondrina” que cambia de país al no confiar que sus sacrificios sean respetados y recompensados en Dominicana.

De ahí la miopía y el mongolismo cívico de ciertos “líderes” políticos, como diría Juan Bosch, que se maquillan de patriotismo, modernismo e internacionalismo, al tiempo que degradan y deforestan la confianza cívica en que se basa la construcción y sostenibilidad de toda sociedad. Donde no hay un proyecto de bien común, con respeto mutuo e igualdad ante la ley y las “autoridades” no hay sociedad, sino una tribu medalaganaria y caníbal, por muchos doctorados que tengan sus gobernantes.

Mongolismo que promueve el clientelismo, el agravio comparativo, los cómplices domesticados y depredadores, que desmoraliza a los ciudadanos, a los inversionistas que trabajan por una Dominicana mejor, donde quepamos todos, con nuestra cuota de esfuerzo propio, respeto y ayuda mutua.

Dime qué personalidad tienen tus relacionados y “amigos”, la gente en que te apoyas y a los que apoyas, y te diré que agradecimiento y solidaridad puedes esperar. Con qué “aliados” puedes contar para “construir” tu familia, y el país que dices que quieres tener.

Lo bueno de las crisis, y sus diagnósticos, es que no son la última palabra. Nos indican, por contraste, la ruta para desarrollar los recursos, las actitudes y alianzas necesarias para superarlas, si realmente queremos hacerlo.

Lo peor de Dominicana no son los otros. Ni los políticos de ahora o de antes, ni los corruptos. Lo peor “somos” los honestos, cívicos, y cristianos que no producimos alternativas.

No todo el que dice gracias es verdaderamente “agradecido”. Ni todo el que se lleva la mano al pecho cuando suena el Himno Nacional respeta y promueve a los dominicanos. Sea de arriba, del medio o de abajo. Por los frutos los conocerán.

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