Dando cuaba

Dando cuaba

De los cuatro hermanos del Grupo E. León Jiménes, don Fernando es el hombre del campo, el que vive la pasión de ver crecer y oler la hoja del tabaco en flor. Es amigo, casi hermano, de cosecheros, agricultores, campesinos, y disfruta más que la ciudad el estar inmerso entre sembrados, amarres, sartas, cultivos, mieles. Por esas vivencias que han caracterizado casi toda su vida, conoce especies y costumbres rurales que algún día debería recoger como sus memorias. Esa es la razón por la que sabe tantos detalles en torno a la cuaba criolla, de la cual me habló refiriéndose a una columna anterior sobre el tema.

Las consideraciones de don Fernando León coinciden con las del historiador Emilio Cordero Michel que además de estudioso y analista del pasado es un acucioso escudriñador de la gramática y otro apasionado de la siembra. Durante muchos años compartió la existencia entre la Capital y una apartada campiña en Moca a la que se retiraban los fines de semana.

José Israel Cuello, por otro lado, nos hizo llegar las anotaciones a la cuaba que hace Pedro Henríquez Ureña en El español en Santo Domingo y un reconocido escritor del Este, que pidió no ser identificado, envió una amena cartita explicando las acepciones que la gente de su pueblo, La Romana, atribuye a la palabra cuaba.

Cordero Michel envía las definiciones que da Martín Alonso en su Enciclopedia del Idioma, quien dice que es voz usada en Cuba y en Santo Domingo, y dice lo que es cuabal, cuabaloso, cuabear. Coincide Emilio con León Asensio en estas salvedades: “En el Sur, donde el bosque es seco, le llaman cuaba a las estillas del guacanejo, árbol duro, marrón, que se usaba para encender fogones y hornos de carbón”. En la zona del Cibao, donde abunda el pino, agrega, la cuaba es de pinos occidentalis, que es del corazón del tronco. Se rajaba y vendía en paquetitos amarrados con una tira de guano. El color es amarillo, variando a oscuro, dependiendo de la vejez del pino”.

En Cuba, señala, “cuaba es el guaco viejo de Santo Domingo, un árbol al que ellos llaman cuaba amarilla de costa, cuaba boba, caracolillo de ingenio, cuaba del monte, cuaba de olor, cuaba de la Sierra Maestra…”. Añadió que en el Cibao se usaba la expresión dar cuaba, estilla, leña, como equivalente a hacer el sexo. Significó que el jabón de cuaba que hoy se usa para lavar era también de baño en los campos y en sectores empobrecidos y “se le decía así porque era fabricado, además de potasa, con trementina, que se saca de la raíz del pino o de la cuaba”.

“Ángela, yo conozco la cuaba. Es un palo que se parece al guayacán porque tiene un componente o resina que hace fácil la combustión, por esto sirve para encender fogones. En el Este la usábamos, cuando yo era chico, para encender también basureros o tumbas en los montes. La vendían en los mercados en pequeñas cantidades y los vecinos se la intercambiaban”, comenta el escritor del Este, recordando el merengue de Johnny Ventura: “¡Vecina, llegó el cuabero, a coger su etilla, juiga!!”.

En su natal, concluye, “dar cuaba quería decir hacer el amor. Se decía que tal mujer estaba falta de que le dieran cuaba, y “cuabera” era una mujer democrática.

Finalmente, el periodista Fernando Rodríguez reiteró las explicaciones de León Asensio y de Cordero Michel respecto al árbol del cual procede la cuaba, pero incluyó también una descripción señalada ya en la pasada columna: que cuaba se llama, además, a personas, objetos o mercancías de calidad dudosa y que en su natal, Mao, le llamaban cuaberas a las mujeres que bajaban de la Sierra.

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