Dando una mano

Dando una mano

No será el calentamiento global el único responsable de que nos convirtamos en desierto y nos quedemos sin acuíferos.

En todo caso, el calentamiento global del que tanto y con tanto temor se habla en estos tiempos no es fenómeno ajeno a la actitud humana y mucho menos es causa.

Se trata de un efecto, una consecuencia de los daños que le causamos permanentemente al único ambiente que tenemos.

Hemos perdido la cuenta de cuántos ríos hemos visto desaparecer en el último medio siglo, pero se cuentan por decenas.

Esa desaparición ha sido consecuencia de la depredación de bosques en las cabeceras, en las montañas donde nacen los ríos y en sus riberas.

Y aún teniendo conciencia plena del daño que hemos estado causando, todavía en estos días persistimos en continuar rasurando la capa boscosa de nuestro país.

En Imbert, Puerto Plata, el Ejército decomisó más de diez mil pies de caoba en la propiedad de un empresario, que por cierto, alega que personal de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales tenía conocimiento de que la madera era aserrada en su propiedad.

Por otra parte, el síndico de Constanza, Joaquín Gómez, denuncia que allí se está practicando una tala de bosques “como nunca antes se había visto”, y afirma que personal de Medio Ambiente y Recursos Naturales es cómplice de esta práctica.

 Aquí en la ciudad, en la avenida Mahatma Gandhi, fueron talados todos los árboles de caoba y nadie sabe quién lo ordenó y dónde fueron a parar los árboles cortados.

-II-

Cuando miramos hacia Haití una de las cosas más notables es la desertificación sufrida por esa parte de la isla.

Para construir y hacer leña y carbón, nuestros vecinos han talado cuanta madera les ha sido posible. Lo han hecho sin el mínimo criterio de preservación de ecosistemas que forman parte del equilibrio ambiental.

El resultado ha sido desaparición acelerada de acuíferos y daños terribles para flora y fauna. Haití va camino a ser un desierto.

De regreso al lado dominicano, vemos que no estamos tomando el caso haitiano con toda la seriedad que merece.

La madera que los haitianos necesitan y no encuentran en su territorio, vienen a buscarla a territorio dominicano y los efectos se están viendo en las montañas de la franja fronteriza.

 Parecería que los haitianos están “exportando” hacia la República Dominicana su desertificación, aunque la realidad es que nosotros estamos “importándola”.

Si a eso le sumamos las talas indiscriminadas en Imbert, Constanza, Santo Domingo y otros lugares, podríamos decir que estamos acelerando la desertificación de los suelos, con todas sus consecuencias.

La vegetación de las montañas y las riberas de ríos y arroyos debería ser cosa sagrada y respetable.

Acabar con los árboles de la manera que lo estamos haciendo es lo que más se parece al suicidio.

De oficio, el Ministerio Público debería encargarse de establecer si en esta despoblación boscosa hay complicidad de personal de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y actuar en consecuencia.

Mientras, queda la sensación de que le estamos dando una mano al calentamiento global para culparlo y evadir culpas muy nuestras.

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