Danilo, el 2020 y los riesgos

Danilo, el 2020 y los riesgos

En sociedades de escaso desarrollo se reputa de “regla esencial” el afán de perpetuación en el poder. Desde siempre, los ejercitantes del mando político y administrativo saben perfectamente las perturbaciones y riesgos generados por aquellos que, sin respetar reglas y el ordenamiento ético, podrían ser tocados por procesos de persecución judicial.
Cuando el país votó blanco en 1978, los reformistas sintieron el peso del acoso penal. Después, derrota del PRD en 1986 orquestó un festival de acusaciones que desvertebró a la organización. La llegada al gobierno en 1996 no tuvo efectos catastróficos en la persecución judicial porque el oficialismo endosó al PLD. En su retorno al tren administrativo, el año 2000 marcó a una cantidad de ex funcionarios que conocieron la cárcel de La Victoria por el caso PEME. Al regreso al palacio nacional de los morados, importantes miembros del partido blanco tuvieron que explicar al dedillo todo lo relativo a los invernaderos. Aunque la sustitución en el 2012 operó entre miembros de una misma organización, peledeístas que no actuaron con sentido de lealtad al candidato victorioso saben de los sudores e inconvenientes para aclarar su desempeño en posiciones ocupadas. Con excesos, acciones correctas y retaliaciones hemos observados los cambios gubernamentales entre nosotros.
A tres años de distancias del próximo evento electoral se podría reputar de especulación insensata. Ahora bien, la constante en el devenir histórico revela el exacto cumplimiento de acciones judiciales que, muchas se inspiraron en luchar contra la corrupción, pero terminaron cobijadas en tretas y deformaciones procesales que dañaron la sed de justicia y revelaron los niveles de complicidad de la clase partidaria.
El sector hegemónico en el PLD, sabe de las dificultades y obstáculos que tendría que saltar cualquier intento de extender al actual mandatario más allá del año 2020. Además, en el entorno de Danilo Medina no se percibe el delfín en capacidad de trasladar automáticamente lo que él representa para sí, y tanto en el orden interno como en la sociedad, confundir la potencialidad de un sustituto con los recursos del presupuesto bajo su jurisdicción constituye un tremendo error. Y nadie puede equivocarse porque la memoria está fresca: los intentos del leonelísmo en el 2011 en impulsar un candidato contribuyeron a radicalizar a los danilistas que terminaron imponiéndose y ganando la candidatura del partido. ¿Lección aprendida?
La fatal postura de los áulicos de siempre contribuyen a un calco de sus posturas que pueden distorsionar a cualquier mortal porque el pasado revela que los entusiastas promotores del continuismo trasladan con bastante facilidad su melcochosa retórica. Los que verdaderamente respetan a Danilo Medina deberían pensar en el juicio de la historia, ayudarlo en su gestión con pasión, garantizarle un ejercicio cívico de fuente de consulta y permitirle un acompañamiento a su familia que tiene de atractivo no estar involucrada en excesos ni comportamientos ruidosos en el trayecto de su carrera política.
Soy, he sido y seré un defensor del modelo presidencial estadounidense. Dos períodos consecutivos sin posibilidad de retorno. Por eso, es justo distinguir entre los que válidamente creen en la idea del hombre providencial e insustituible, y por el contrario, aquellos que utilizan el entusiasmo continuista como ardid para mantener privilegios irritantes y desfalcar las arcas públicas.
América Latina es rica en ejemplos. De ahí, que los modelos de extensión en el poder inspirado en niveles de popularidad coyuntural pasan por trasformar a los favorecidos por las encuestas en pieza de referentes irrepetibles. Ausculten la realidad de Alberto Fujimori, Uribe Vélez y Rafael Correa.
Danilo Medina no es un tonto. Sabe los odios que podrían generar en una sociedad como la nuestra, maromas constitucionales y anhelos de extensión en el gobierno más allá de la lógica, sentido común y prudencia.

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