Hasta ahora son solo evidencias circunstanciales, como dicen los criminalistas en televisión, pero como estamos hablando de política esas evidencias son suficientes para construir una percepción que en estos momentos en que el escándalo de Odebrecht crece como una bola de nieve no es precisamente favorable al presidente Danilo Medina y su gobierno. Después de que el país se enteró, gracias a la prensa brasileña y el despliegue que le dio la local, de que el publicista Joao Santana, asesor de las campañas electorales del presidente Medina en el 2012 y el 2016, supuestamente repartió US$3,390 millones a nombre de la constructora para financiar las campañas electorales en Brasil, El Salvador, Angola, Venezuela, Panamá y República Dominicana, será mucho más complicado para el aparato propagandístico del gobierno evitar que se imponga la percepción de que esta administración también fue contaminada por su modus operandi corrupto. Consciente de que las evidencias circunstanciales que incriminan a su gobierno siguen acumulándose y, peor todavía, haciéndose públicas, el presidente Medina rompió ayer el silencio en el que se siente tan cómodo para rechazar que su asesor lo beneficiara de ese supuesto reparto, pero también para desafiar a los que lo acusan a que presenten las pruebas y pedir que se espere a que concluyan las investigaciones que encamina la Procuraduría General porque la verdad, finalmente, “va a salir”. Pero no puede ofenderse el mandatario si en el mientras tanto son cada vez mas los ciudadanos a los que resultará muy difícil convencer de que su gobierno fue el único que no se dejó enredar en el esquema que patentizó Odebrecht para sus operaciones en el exterior, desde que sus directivos descubrieron lo que saben desde hace tiempo nuestros empresarios: que financiar campañas electorales a los políticos es una inversión segura que garantiza jugosas ganancias.