Pasado mañana, 16 de agosto, conmemoración del 148 aniversario de la Restauración de la República, Danilo Medina inicia su mandato constitucional, del cual sus paisanos aguardamos lo mejor, le auguramos el mayor de los éxitos y le brindamos un espontáneo respaldo, cada quien conforme pueda en su área.

Idéntico a su predecesor, el presidente Leonel Fernández, Danilo Medina ha estudiado las estructuras del Estado dominicano, sus gravísimas y profundas complejidades y fallas estructurales, en que unos pocos concentran el mayor por ciento de la opulencia, mientras el grueso de la población  sobrevive a duras penas en condiciones carenciadas, y eso no es democracia, sino embudocracia.

Porque democracia es una palabra griega donde demos es pueblo y crato poder, y resulta que crato solo es el pueblo en las elecciones, cuando escoge a quienes se esperanza en la mejoría de su suerte preterida, que de manera consuetudinaria es burlada en la gran mayoría de sus anhelos ancestrales.

Anhelos de por sí primarios como la nutrición, un techo digno sin piso de tierra en contraste con más de una mansión que consiguen muchos políticos, averigüe cada quien cómo; educación con textos sin cambiar y a precios alcanzables para los padres pobres; agua potable en acueductos y energía a precios no prohibitivos como hoy, para todos, no que tengamos que recurrir a  cisternas, tinacos y bombas de agua, inversores y plantas eléctricas los más pudientes, y la eficiencia ampliada de SENASA y  CDEEE, sin  deudas.

No es mucho pedir considerando primero que son imperativos que los contribuyentes reclamamos en devolución de lo que tributamos, y que alcanzaría si aplicamos la prédica del presidente de Filipinas, Benigno Aquino (Noynoy), cuando asumió el poder y aventó con un  vozarrón a la aldea planetaria: “Sin  corrupción no hay miseria”…