FAUSTO MOTA GARCÍA
Estas cuartillas las escribo a sabiendas de que me tomo el riesgo del padre Venancio, allá en la provincia de La Vega, de la cual soy oriundo. El era el consejero de la comarca, todos acudíamos a él para escuchar su parecer antes de tomar una decisión importante. En ese contexto el padre visitó a la esposa del profesor Pedro Valerio, quien presentaba actitudes extrañas, que temporalmente la separaron de Pedro. Cuando el Padre quiso conversar con la señora a solicitud de su esposo, sobre los motivos o causas del conflicto y tratar de persuadirla, ella ripostó; hay dos cosas que nadie debe darle a otro si no se lo ha pedido, y esas dos cosas son: Un vaso de agua, y un consejo. Esa vivencia la asumí, y conservo como una lección aprendida para el resto de mi vida. Hoy asumo el peligro del padre Venancio, convencido de que a los hombres y mujeres de valores debemos preservarlos por encima de simpatías, conveniencias y partidarismo coyunturales.
Desde noviembre de 2006 he visto la lucha a lo interno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), la cual, aún cuando es propia de las organizaciones democráticas, es muy ajena a la filosofía y características cotidianas, que diferencian al Partido fundado por don Juan Bosch. Desde el principio juzgué que todo respondía a una táctica política, que buscaba reanimar y energizar las masas dormidas del partido.
Es a partir de la intervención del licenciado Danilo Medina, quien al postular sus legítimas aspiraciones dividió en estrellas y cometas, a los dirigentes que le siguen, de sus adversarios, y además satanizó la reelección afirmando que conspiraría con la estabilidad macroeconómica de la nación, así como también a la misma insólita respuesta del doctor Franklyn Almeyda y a los inesperados planteamientos del senador Mariotti, además de los cambios en el tren administrativo. Después de estos hechos juzgo que la táctica se traga a la estrategia. Y como valoro que el PLD es la organización que, cuantitativa y cualitativamente, es el pilar más fuerte que preserva el sistema de partidos de nuestro país, por eso, me tomo el reto del padre Venancio.
En ese contexto asumo la libertad de enviar un mensaje a su liderazgo y muy esencialmente, a su Comité Político y Central, para que no permitan que esa organización compita en el plano de los denuestos y las malquerencias con los otros dos grandes partidos políticos del sistema. El pueblo no lo merece, ni lo espera. En lo relativo a Danilo Medina, a quien distingo, y admiro, expresarle que se preserve. No es el momento para quemar la nave. El sabe que las circunstancias no le favorecen en la presente coyuntura, y de continuar fomentando expectativas, expondría a su partido y también, sin proponérselo, arriesgará su prestigio de alto estratega y dirigente consagrado.
Sin hipotecar los principios debemos saber que los tiempos tienen sus signos y hasta las suaves brisas se alinean en dirección a los vientos alisios.
El gran escritor y pensador Azorín nos advierte en su obra «El Político», que no venga el que se dedica a la política con la candidez de establecer disyuntivas entre la razón, el derecho y la fuerza, que en política y en la vida: las mayorías, las fuerza y el poder son consustanciales a la misma existencia. Licenciado Danilo, no permitas que le hagan cuentos, ni le saquen cuentas, ni evaluaciones sin fundamentos, el momento es adverso y las tendencias son desfavorables.
Recuerde, el maestro Juan Bosch siempre habló de anteponer lo general por encima de lo particular. No creo yo, que soy políticamente un neófito ante usted, que a sus intereses les favorezca permitir que le cuenten esos votos internos.
Muchas veces, en las lides políticas y en la vida, nos obnubilamos y perdemos la perspectiva, confundimos el deseo con la realidad porque la gente muy sabia, nos expresan lo que resulta armonioso a nuestros oídos.
Ahora es, en verdad, tiempo de redoblar esfuerzos, de afinar la visión en el presente y el futuro de la nación, la juventud le pertenece, otros vientos soplarán, nuevas oportunidades llegarán. Los hombres y las mujeres de grandeza como usted, depositan sus sueños y utopías en la valija del trabajo.
En nobles acciones, que al final, terminan imponiéndose a trivialidades y coyunturas circunstanciales. El poeta Antonio Machado acuñó un verso inolvidable: todo pasa: Sí, todo pasa y al pasar aprendemos para la vida. Ahora es, tiempo para obtener aprendizajes significativos como el que encierra una expresión, que vive en nuestros campos; y se repite como sentencia inapelable y reza: «Siempre hay que persistir y hacer la diligencia, pero sin desesperarse, porque al final, la yagua que está para uno, no se la comen los burros.»