Danilo y la cuestión del otro

<p>Danilo y la cuestión del otro</p>

JUAN D. COTES MORALES
Soy hombre: duro poco y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben.
Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea
”.         O. Paz                                 

La renuncia del licenciado Danilo Medina del cargo de secretario de Estado de la Presidencia, es un hecho político determinado por la alteridad de este laborioso peledeísta que así lo ha decidido como dueño de sus actos.

En la historia de los pueblos, de las instituciones, de las organizaciones políticas y sociales, en los imperios y toda clase de gobiernos, siempre ha estado presente la cuestión del otro cuando se desconoce que ésta no se constituye en una sola dimensión.

Ejemplos: Jesús y Judas; Pablo y Alejandro, el herrero; César y Bruto; Duarte y Santana; Vásquez y Trujillo; Bosch y Jiménez Grullón, y otros; Balaguer y Lora; y finalmente, Leonel Fernández y Danilo Medina, son ejemplos que a través del tiempo vienen ligados por el hilo invisible del yo, el alter-ego o alteridad y el nosotros.

Entre la sumisión al otro y la sumisión del otro hay un tercer punto, que es la neutralidad o indiferencia. En ninguno de los ejemplos indicados existe tal procedencia.

Ortega y Gasset, Zubiri, Aranguren y Pedro Laín Entralgo se dedicaron a resaltar siempre la importancia de la alteridad en la significación de la persona y de la sociedad, a pesar de su contradicción con el humanismo clásico que concibe al hombre como conciencia precisa de libertad y de sí mismo.

Tzevetan Todorov, en La Conquista de América: La cuestión del otro; 1995, nos ilustra bastante con respecto a Hernán Cortés, Bartolomé de las Casas, Colón y Sahagún, y sostiene que “el otro se está por descubrir, pero tiene varios grados, desde el otro como objeto, confundido con el mundo que lo rodea hasta el otro como sujeto, igual al yo, pero diferente de él”.

Evidentemente, Danilo conoce la epifanía del otro cuando tratando de superarse a sí mismo renuncia a su puesto neutro donde solo existe la parodia. Ahora lo invade la alteridad que él mismo ha provocado para que se estacione el nublado que impide que él se imponga como el interlocutor de la pluralidad a que lo invita el propio diálogo que lo haría inevitable.

Octavio Paz lo expresa de esta manera: “El diálogo no es sino una de las formas quizás la más alta de la simpatía cósmica”.

Aquí se refiere al diálogo entre el poeta y su yo: “Siempre hay otro que colabora conmigo. Y en general colabora contradiciéndome. El peligro consiste en que la voz que niega lo que decimos sea tan fuerte que nos calle (…) la espontaneidad está alimentada por el diálogo”.

“Si la imagen del hombre es cambiante, la única certeza que guardamos de sus inevitables mutaciones es su constante interrogación sobre él y sus otros yo. Su apariencia desconoce el estatismo, la reconciliación en la que se resuelve su pluralidad es momentánea. Por ello afirma Paz, el hombre siempre inacabado, solo se completa cuando sale de sí y se inventa, solo seremos nosotros mismos si somos capaces de ser otro, pues nuestra vida es nuestra y de los otros”.

Danilo, el honrado y bueno, ha adquirido conciencia de su individualidad ahora cuando se ha manifestado en él la otredad junto al deseo de encontrar lo perdido antes de que Leonel existiera como Presidente.

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