Dañina sumisión congresional

Dañina sumisión congresional

La alevosa modificación que colocó el contrato -originalmente firmado con la Placer Done bajo mejores términos- totalmente en contra de los intereses nacionales, deja escrito uno de los capítulos más vergonzosos de la historia legislativa dominicana. Dirigencias nacionales, del oficialismo de entonces y de la oposición, instrumentaron  a sus bancadas congresionales para que acomodaran al vapor los términos contractuales a la  mayor conveniencia de los arrendatarios de una gran   riqueza metalúrgica del país.  Ese nocivo recurso llegó con antecedentes, pues más  de una vez  antes, gente que debió estar en sus escaños con cabeza propia y sentido de la dignidad personal, aceptó ser instrumento de sectores dominantes.

El asunto Barrick Gold ha tenido una singular  dimensión económica y moral y ha conllevado  una ignominiosa genuflexión  que luego hubo que  subsanar  de la mejor manera posible, gracias a  la intensidad de un reclamo nacional y la    tenaz posición del Presidente Medina. Lección: la docilidad  acrítica de las matrículas congresionales debe quedar atrás para siempre. La pertenencia “disciplinada” de senadores y diputados a sus  cúpulas partidarias no debe llegar a la enajenación. Ninguna dilucidación responsable de proyectos puede ser liberada de trámites salvo urgencias nacionales. Toda  futura ley o contrato debe ser transparentemente razonado con la opinión pública de testigo en cada paso.

La justicia que nunca llegó

En República Dominicana han ocurrido, en pasados distantes o cercanos, crímenes de Estado, múltiples o simples  pero de la mayor gravedad. Comparables en crueldad e injusticia (aunque no en dimensión) a los atribuidos al ex-dictador guatemalteco  José Ríos Montt, ahora condenado a 80 años de cárcel por genocidio, fallo sin precedentes contra un ex gobernante. En muchas partes los brazos de la justicia a veces tardan pero llegan. Aquí no.

 Aquí hubo  un genocidio contra haitianos. Años después, desaparecido Trujillo, debió perseguirse y juzgarse a los autores materiales. Pero no. Los desmanes de este tirano llenaron de cruces la geografía y hasta sus heroicos ajusticiadores fueron fusilados por los remanentes. Nadie pagó por los hechos. Nadie ha pagado además por muchas otras crímenes posteriores perpetrados  por gente investida de autoridad contra luchadores por la libertad.

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