La delincuencia ha ido logrando que con frecuencia muchos ciudadanos se sientan acorralados por el miedo, un auge atribuible en alguna medida a una descomposición social que las instituciones de la propia sociedad no han podido evitar a través de la preservación de valores y de oportunidades para la juventud por educarse y trabajar. A los daños que en vidas humanas y costos materiales causan los malhechores se ha sumado la reacción desmesurada, tanto en acción como en discursos, que emerge de liderazgos que se sitúan en favor de represiones que se equiparen en brutalidad e ilegalidad a la actuación de los criminales.
Hablamos específicamente de diputados que en traición a sus compromisos con el orden constitucional abogaron por más y discretas ejecuciones sumarias de sospechosos a manos de la Policía. Y hablamos también del jefe de la Policía que se pronunció contra la entrega pacífica de un perseguido que antier fue acribillado cuando parecía inminente su rendición; ahora impedido de declarar sobre el móvil del asesinato que se le atribuía. Hecho que queda sin un eslabón clave para llegar a la verdad. Ninguna drasticidad policial debe salirse del cauce de ley. La violencia sin límites puede tocar a los justos. Recordemos al sacerdote José Tineo, muerto en 1998 en un exceso de agentes policiales. La ley puede y debe ser fuerte pero quienes la aplican no tienen derecho a ir contra ella.
Más atención a las provincias
Ya era tiempo. Algunas zonas muy deprimidas del país, de las que muchos habitantes han emigrado huyendo a una pobreza sin remedios, deben su situación a las preferencias de los gobiernos por concentrar la inversión y el gasto en las ciudades mayores, sobre todo en Santo Domingo, lugar de proyectos fabulosos por sus costos como el Metro, y pocos significativos por el alcance geográfico y demográfico de sus servicios. Fantástico volumen de recursos que hubiera sido suficiente para cambiar favorablemente en un par de años la suerte de la educación o para empezar a sacar de su vida miserable a cientos de miles de familias fronterizas que necesitan viviendas económicas, caminos, puentes, electricidad, hospitales y apoyo estatal para sembrar, crear rebaños y desarrollar pymes. El anuncio de que las zonas de peor situación económica recibirán mayor atención presupuestaria este año, marca un cambio que saludamos.