La pandemia detectada a finales del año 2019 en una provincia China y que ya ha provocado morbilidad y mortalidad en habitantes de todos los continentes, ha logrado además trastornar las agendas preventivas de vacunas, así como modificar varios protocolos de manejo de afecciones agudas y crónicas en clínicas y hospitales.
Razones de sobra tienen los salubristas, clínicos y cirujanos cuando anuncian que debemos aceptar importantes cambios de paradigmas en lo que concierne a la población en general y los enfermos en particular, por lo que hablamos de un ayer, otro hoy, así como un futuro inmediato distinto en la provisión de los servicios de salud externos e internos de las redes.
La revista estadounidense New England Journal of Medicine, en su edición del jueves 16 de julio de 2020, pone como ejemplo a una paciente de 62 años a quien se le diagnosticó un cáncer temprano de mama.
De haberse detectado el carcinoma digamos en enero de 2020, previo al covid-19, el formato de manejo terapéutico hubiese sido diferente al utilizado en esta enferma. Muchas cirugías electivas e infinidad de citas médicas han sido pospuestas o canceladas.
La Organización Mundial de la Salud, y el programa de Naciones Unidas para la Infancia han advertido una peligrosa interrupción en la entrega e implementación de los servicios de inmunización causada por la emergencia del nuevo virus. Temen dichas autoridades que haya un catastrófico retroceso en los logros contra el cáncer cérvico-uterino mediante la aplicación de la vacuna contra el virus del papiloma humano que ya abarcaba a más de 100 países.
Suerte parecida corren otras enfermedades ya diezmadas como son la tosferina, el tétanos, la difteria, el sarampión, la rubéola, la papera y el hemófilus influenza entre otras afecciones.
Las hasta ahora crónicamente deficitarias asignaciones presupuestarias para el sector salud se tornan más críticas a medida que se expande la casuística de personas infectadas por el coronavirus.
Sabemos dónde y cómo se inició el SARS-CoV-2 pero nadie sabe cuándo, dónde y cómo se concluya la onda expansiva; reina una enorme incertidumbre. El efecto demoledor de la crisis sanitaria repercute con fuerza huracanada sobre las débiles economías de las naciones pobres.
No es estilo acostumbrado de quien suscribe hacer uso de la muletilla del frustrado que amargamente repite al otro con dolor e indignación: ¡Te lo dije! Empero vale la pena refrescar algo que enunciamos en un artículo publicado en este diario el 21 de abril de 2020, el cual titulamos: Coronavirus: visitante inoportuno. Decíamos: “Nuestro país ha recibido la llegada de la novel pandemia en el menos oportuno de los momentos.
La nación se preparaba para llevar a cabo las elecciones municipales nacionales cuando aparecieron los primeros casos de Covid-19 importados”. Todos los que sobrevivimos somos testigos de lo que siguió, tomando como ejemplo lo acontecido en la provincia Duarte. Luego, de nuevo por conveniencia política devino la desescalada del 30 de junio de 2020. Los efectos sanitarios negativos directos y amargos los estamos saboreando.
Hagamos de tripas corazones, no dejemos caer al suelo lo que tanto sacrificio nos ha costado avanzar en salud preventiva. Aprovechemos la presente crisis sanitaria y la nueva gestión de gobierno para iniciar sin demagogia, pero con audacia, la mil veces pospuesta Atención Primaria en Salud.
Enfrentemos los efectos covianos colaterales y directos repitiendo con Matías Mella: “Todavía hay patria, viva la República Dominicana” .