¿Danza con lobo o baila con perra?

¿Danza con lobo o baila con perra?

“Danza con Lobo” fue el sobrenombre que indios norteamericanos le pusieron a un explorador solitario que, según la leyenda, tuvo la osadía de medio acercarse a un lobo hasta el punto de realizar con éste un cierto movimiento rítmico, como un baile, que producía en ambos una vivencia proxémica de tipo espiritual. Aquel lobo, de alguna manera veía superioridad o al menos igualdad entre ese hombre y él, posiblemente, dos machos alfas de distintas especies pero sin rivalidades urgentes.
Se ha establecido claramente en mamíferos superiores el patrón conductual según el cual un macho dominante es el único que tiene opción de aparearse con las hembras de la manada. Los estudiosos del machismo deberían poner mayor atención a la presencia de un elemento genético que determina o condiciona ciertas pautas de agresividad general, difusa o específica del macho.
Hay casos patéticos, como el de las focas, cuyos machos no-alfas, no solamente no pueden aparearse con hembras adultas, sino que desfogan sus instintos sexuales en los vástagos más tiernos e indefensos, en contra de la voluntad de estos.
Esto no es, obviamente homosexualidad genética, sino forzosa. Los que estudian este tema con cierta seriedad, deberían poner atención a las serias dificultades que suele tener un varón humano en llegar a tener las características y las conductas apropiadas para ser elegible y tener capacidad para una relación adecuada, sostenida y estable con las hembras del sexo femenino que él elegiría como pareja.
La realización exitosa del rol del varón en el cortejo y conquista, apareamiento y manutención de la hembra, y luego a todos los miembros de la unidad familiar así formada, tiene tantas dificultades que, aún con todos los patrones sociales de conducta que se desarrollan en apoyo al casamiento y la familia, abundan sobre manera los conflictos, la inestabilidad y los rompimientos. Aprender a ser hombre, varón, no es una tarea tan sencilla como se pretende. En cualquiera de sus facetas y etapas. No es tarea para perdedores. La prueba es que un alto porcentaje de varones fracasan en estos roles. Así como hay varones que enfrentan y hasta domestican animales salvajes, hay otros que remiten a la frase cibaeña: “El hombre poquito baila con la perra”. O sea, es un “pariguayo”.
Los humanos deben evolucionar hacia relaciones de respeto y ternura de mutuo crecimiento; no exigiendo superhombres ni superhembras, ni dejándose manipular por riesgosos conceptos de libertad relacional y sexual en boga.
A ser varón y a ser hembra se aprende. Ciertas libertades en boga probablemente hacen más difícil y riesgosa la relación, y no pocos varones y hembras deciden desertar de la carrera de pater o mater familia, y hasta de la de ser varón o ser hembra. Los discípulos consultaron a Sócrates respecto a uno del grupo que estaba por casarse. El maestro les dijo: “Dejen que él elija. De todos modos se arrepentirá”. Implicando que el problema existencial es más que el matrimonio. El varón tiene que optar: o danza con lobo, o baila con la perra.

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