Danzando sobre el abismo: Luis O. Brea Franco y el problema de la modernidad

Danzando sobre el abismo: Luis O. Brea Franco y el problema de la modernidad

  1. Pocas veces nos encontramos en nuestro medio con libros del talante de La modernidad como problema”(2007), de Luis O. Brea Franco; pocas veces nos encontramos con un pensador de su talante en nuestro medio. La ciudad y la cultura ruidosas parecen ser pasto para otras perversidades, menos las del pensamiento. Entre el ruido y la prisa, marcha el dominicano folklórico entre los tiempos y la acronía de su existencia. Entre la oscuridad busca las luces de la modernización. Se le ve agitado en un tiempo nuevo que dialoga con el viejo. Jadeante ante la modernidad recién cosida.
    La urbe de cemento, de elevados y trenes, deja ver las cicatrices de un proyecto liberal aún inconcluso. Y entonces, vale la pena asumir el presente o refugiarse en el pasado. Ante tanto ruido y menesterosidad de la cultura del homenaje y la lisonja, de un trujillismo del otro que enmascara al Trujillo propio. A su propia presencia sígnica, en las prácticas y los discursos, ¿de qué vale, me pregunto, un filósofo, un historiador del pensamiento?
    Esto pensé cuando tuve en mis manos el libro de Luis O. Brea Franco que refiero. Desde hace un buen tiempo lo quise leer. Pero hay pocas editoriales y poca distribución formal del libro en República Dominicana. Cuando lo leí, hice pequeñas notas para volver sobre los aspectos que me parecen sobresalientes. Tal vez para glosarlo y continuar con el autor el otro viaje, ese que se hace de regreso a las notas, a las sorpresas, a las coincidencias que vamos encontrando y sintiendo al pasar cada página. Un libro excelente no está sólo en la belleza de su forma (en el aroma de la tinta y el aglutinante del papel, en la belleza de la tipografía). Estos aspectos externos a la obra son la modernidad misma de la impresión y del objeto de Gutenberg.
    Lo importante de un libro es lo que contiene. El calmado rumor del maestro que lo cincela. El caer de las palabras como gotas de lluvia del alero del espíritu. Es el viaje imaginario a que invita, el festín donde se encuentran los sabios. El fuego que se les roba a los dioses, para aristócratas, partisanos y plebeyos o para negros libertos. Nunca ha dejado la buena lectura de ser enriquecedora; es ella la que relativiza el oro, el poderoso caballero quevedesco, que a tantos lances invita.
    Yo, más bien conmovido por los espacios del viaje, recorro las ideas entre líneas; rompo lanza y muestro con desnudez el entusiasmo. Entonces, vuelvo a Gadamer para ver el arte y la cultura, no como espectáculo, performance pasajero, en el que el tiempo borra las improntas que recupera la memoria, sino como fiesta. El banquete platónico como festín de las ideas. Pocos libros, repito, he leído en los últimos tiempos los que se ensaya una idea y se esculpe un pensamiento, una perplejidad, una cavilación profunda, que instaure lo nuevo en nuestro medio. Y el dominicano, jadeante de modernización, nos permite abrir un horizonte para escuchar su latido. Pero no visto desde él, sino visto desde el universo.
    Y este aspecto es sumamente importante. Los que estamos acostumbrados a ver el problema en su cotidiana manifestación, en la cercanía, procedemos de forma distinta al método filosófico que busca la explicación de los asuntos en lo general. Porque el libro de Brea Franco, cabe advertir, no es un tratado sobre la modernidad, pero lo que dice del hombre universal nos concierne, como aquellos tanteos de definirnos.
    A continuación, glosaré algunas ideas que definen el itinerario y las preocupaciones de este pensador dominicano.
  2. Llama mi atención el historicismo como visión del mundo que alimenta sus indagaciones y afianza su pensamiento. La modernidad salida de las transformaciones del Siglo de las Luces; de la actuación del sujeto en su tránsito de siervo a la construcción de una ciudadanía capaz de pensar y transformar, a través de la lucha social, las viejas estructuras de poder. Es decir, la acción social del hombre para cambiar el error por la verdad. Una verdad acompañada de un racionalismo que centró el pensamiento occidental en una visión cientificista. Dejando atrás la religiosidad y espiritualidad como falsas creencias, pero desarraigando el ser. Esta es la preocupación cardinal del autor.
  3. El desarraigo del hombre desde su propia visión, como el cambio del mundo simbólico al mundo instrumental de la modernidad es trabajado por el autor al definir la identidad como “co-pertenencia”. Noción importante, porque en la modernidad este aspecto ha cambiado hacia la pertenencia, de ahí que el Otro se invisibiliza, el ciudadano es privado y privativo; nada que no vaya unido a su deseo de poder lo integra a su entorno. De suerte que sea tan difícil co-pertenecer, es decir, vivir con el otro. Brea Franco sabe muy bien que el sistema desecha aquellas cosas que no le ve valor, de ahí el problema entre identidad y diversidad. La política de la modernidad al reducir el ser a verdad es llevarla a la mismidad, en donde lo diferente es despreciado. El valor se encuentra entonces en la unidad. Pero la identidad, como nos enseña Paul Ricoeur, no es una igualdad, sino una alteridad donde lo diverso coexiste y comparte sus diferencias.
  4. Lo interesante es que la modernidad en esta obra es vista desde su propia metodología. La historia como historia de las ideas. Las ideas como un producto de los hombres en su lucha por construir el mundo de la verdad. La filosofía, el pensamiento occidental que las Luces crearon con Kant, Hegel, Marx y Nietzsche. De ahí que el texto de Brea Franco sea también historia de la cultura, historia del pensamiento y movimiento de la historia del hombre en busca de la libertad. La crítica de la modernidad se da desde la modernidad misma y no encuentra, a mi manera de ver, otro camino que el moderno. El proyecto de la modernidad no ha terminado como, dijo Habermas. Lo que es esencial resulta en recuperar la mirada, volver a las raíces de la espiritualidad, del mundo simbólico original, de la visión ordenada del mundo griego, para Brea Franco.
  5. Otro elemento tan moderno, tan orteguiano, es encontrar el sentido de la cultura y el pensamiento en las representaciones simbólicas. A la vez que lee y analiza el pensamiento de Occidente en la creación de la modernidad y de sus luces, Brea Franco busca en la novelística la exposición de ideas, la construcción de personajes que conforman la manera de representar la lucha del hombre europeo en su deseo de cambiar su mundo. Pasa de Max Stirner a Dostoievski y de éste a Nietzsche. Lo cual presenta un delicado trabajo hermenéutico que pone a prueba la teoría del arte y del lenguaje del autor.
  6. La genealogía filosófica que hace del autor de “El único y su propiedad” es sumamente importante para ver el decurso del “pensamiento de la sospecha”, del existencialismo, de la crítica profunda a la modernidad que busca recuperar la identidad del sujeto perdida entre las luces…La obra toda de Luis O. Brea Franco queda cerrada para él y abierta para los lectores. Ojalá que no la sepulte el olvido de los contemporáneos que, como la ciudad, no perdonan.

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