Dar batalla en ambos frentes

Dar batalla en ambos frentes

El proceso de recuperación de la economía dominicana, que en el cuatrimestre anterior logró un sorprendente crecimiento promedio de 11.5 %, confirma la validez de medidas y políticas asumidas desde el Gobierno y desde el sistema financiero y monetario para conjurar impactos paralizantes de la pandemia.

El sector privado, y particularmente sus ámbitos de Turismo y Zona Franca, reaccionan satisfactoriamente a los estímulos dirigidos a neutralizar las repercusiones de la embestida del coronavirus.

El rebrote de la enfermedad en marcha, a ser combatido prioritariamente con disciplina ciudadana y mayores recursos sanitarios, no desplaza de su importancia el objetivo de dinamizar la generación de bienes y servicios y la capacidad de crear y recuperar empleos en varios renglones simultáneamente.

Lo positivo de los indicadores, tras los primeros meses sombríos para la salud y la vida, incentiva la confianza en sí mismo del país para no retroceder productivamente, pues es imprescindible disponer de medios materiales para sobrellevar el costo de un retorno a la normalidad.

Haciendo valer las condiciones para seguir adelante con esfuerzos mancomunados, llevando los servicios asistenciales y la vacunación a las dimensiones que exijan las circunstancias, sin descuidar la incidencia del mal sobre la economía que a escala internacional acompaña la oleada infecciosa y multiplica sus daños socialmente.

Vacunas no; y sí a los tragos

Un preferencia por la ingesta alcohólica es confesada continuamente en mensajes de voz y textos que proceden de jóvenes y adultos que en el umbral de cada fin de semana se alejan de las jeringuillas para conservar su derecho a la botella los viernes, sábados y domingos en vista de que la sobriedad está indicada como obligatoria para garantizar el efecto inmunizador.

Ningún ser racional debe restar importancia a la elevación sin demoras de sus defensas naturales a través de pinchazos generalmente indoloros que mucho cuestan a los contribuyentes.

Nadie debería negarse a renunciar, siquiera por tres días, a un consumo alegadamente placentero que, por lo visto, doblega voluntades.

La postergación de inoculaciones se agrega a la lista de posibles daños al consumidor y a la sociedad que la ley obliga a difundir.

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