Dar el frente a los engaños

Dar el frente a los engaños

El consumidor ha estado expuesto por mucho tiempo a graves daños y riesgos a su salud al adquirir artículos diversos que constituyen falsificaciones. Desde las sombras de la informalidad surgen una y otra vez bienes que escapan a controles de calidad y carentes de certificaciones sobre su composición real y formulaciones. La exposición a medicamentos con presentaciones engañosas sobre sus efectos para el organismo y fechas de vencimiento es muy evidente porque en determinados lugares del territorio nacional operan de manera pública unos laboratorios de mala índole que nutren canales de distribución que escapan a toda supervisión y más aun a las acciones punitivas.

Por igual, fuera de las marcas reconocidas y amparadas por la ley para proveer agua purificada, existe la operación recientemente denunciada de envasadoras del líquido con impurezas que agreden a la salud colectiva sorprendiendo a clientes desinformados que lo adquieren. Se requiere un ejercicio de autoridad de amplia cobertura que impida esta práctica, además de las estafas en peso y medida que se dan con el gas propano, que vele por la calidad de los derivados de la harina, que exija etiquetados fieles a productos lácteos, que libre a los ciudadanos de bebidas alcohólicas de contenido tóxico y de la presencia en el comercio de pastillas para la «disfunción sexual” que al final de cuentas no arrojan los resultados apetecidos.

Los que se van y los que llegan

Puerto Rico atraviesa una situación de desastre a causa del huracán María sin que sus graves apuros por falta de electricidad, paralisis productivas y creciente desempleo impidan que siga siendo destino de la migración dominicana. El aumento comprobado de riesgosas travesías por el canal de la Mona así lo indica. En contraste, miles de puertorriqueños huyen en masa hacia Estados Unidos. Defraudados y dolidos, sin fe en el futuro inmediato.

En vista de que ya es casi imposible saltar ilegalmente desde esa isla a Norteamérica, parecería que muchos dominicanos aspiran a quedarse allí para una ambiciosa reconstrucción de la isla que todavía no se vislumbra; o sucede que sus expectativas en el lar nativo se han reducido hasta el punto de preferir la crisis que hallarán más allá del canal a cambio de su desventura local.

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