Darío Meléndez – Negocios estatales

Darío Meléndez – Negocios estatales

En los países atrasados la política se realiza mediante el repartimiento de prebendas y ventajas, que los candidatos, sin un centavo propio en los bolsillos, ofrecen a sus seguidores durante las campañas proselitistas, los interesados reclaman y esperan obtener lo prometido, como llovido del cielo, cuando su partido conquista el poder. Los candidatos hacen alardes de nacionalismo ensalzando antepasados héroes, no se esgrimen derechos y deberes ciudadanos, la política no inculca civismo en la población, por el contrario, el revanchismo es la característica principal, prometiendo repartir graciosamente imaginarios bienes que se sugiere dispondrá el futuro gobierno y que alguien, no ellos, deberá sufragar.

Un nuevo gobierno llega al poder después que el anterior ha endeudado y dejado comprometidos los futuros ingresos de su extorsionador ejercicio fiscal. El recién electo presidente, ávido administrador del presupuesto, se encuentra con las dificultades financieras y la inexperiencia gubernamental que caracterizan todo nuevo régimen recién apoderado de la administración estatal, lo cual le induce a adquirir recursos monetarios por todos los medios posibles, comprometiendo el crédito nacional y cargando a los infelices mediante impuestos, devaluaciones, aumentos al consumo y demás cargas fiscales, todo el peso actual y futuro del Estado.

Como los impuestos son recolectados a medida que pasan los meses y las necesidades son inmediatas, no se hacen esperar, el nuevo gobierno recurre a los empréstitos, para los cuales están siempre prestos los organismos prestamistas internacionales, que obtienen grandes y asegurados beneficios financieros cuando negocian directamente con los gobiernos. También los potentados, sustentadores de sistema, hacen aportes que luego les son devueltos en exoneraciones, negocio y prebendas. Un préstamo de cien millones, si se aporta en efectivo, sólo desembolsa cincuenta o sesenta millones, cuarenta o cincuenta millones se gastan en procedimientos, comisiones y gastos que se descuentan ipso facto.

Normalmente se planifican múltiples obras públicas y se llevan a cabo, a costa de préstamos, diferentes programas sociales no reproductivos, para ofrecer a la población una imagen agradable y favorecedora, dispuesta políticamente por el nuevo régimen, las inversiones en esas actividades provienen de préstamos internacionales y órdenes locales por materiales y servicios. Cada inversión gubernamental es varias veces tamizada para extraer porcentajes asignados a la política en la cabeza del presidente de turno, luego, cada funcionario, siguiendo la moda, reclama su porción y hasta el mecanógrafo, que confecciona los cheques de pago, debe ser gratificado por quien recibe, si mencionar las coimas que corresponden a negociadores de préstamos en el exterior y en el país receptor, todo el que participa en la cadena recibe parte de la sisa, la cual se considera corrupción y se hacen múltiples alardes de combatirla, el resultado es una permanente e interminable rebatiña similar a las piñatas que se utilizan en cumpleaños; las obras públicas y servicios oficiales son costosos e ineficaces, la población, no acostumbrada a algo mejor, acepta lo que venga y el subdesarrollo se acentúa.

Una obra o un servicio deficiente, hecho en un régimen anterior, ha de ser mejorado o corregido, para lo cual se requiere nueva inversión y nuevos préstamos, la cuenta va abultándose y al pasar balance se presentan unas obligaciones financieras estatales que los países no pueden honrar, como sucede actualmente con los compromisos económicos que mantienen los países del Tercer Mundo. El caso de Argentina es típico, el conjunto habrá de traer consigo algún desenlace funesto, como es hoy día la guerra de Irak, cuyo motivo es la situación financiera que enfrenta el imperio. a menos que los gobiernos acepten una radical y permanente reducción de sus gastos, como ha de hacer toda entidad endeudada, la debacle es inminente.

El conminatorio y naturales consecuencias de los cobros, habrán de llegar cuando al imperio se le ajusten las cuentas financieras por tantas acciones bélicas y misiones en el exterior, cuando el FMI se vea compelido a exigir pagos sin poder prestar, entonces habrá que poner la casa en orden, quienes deben y no puedan pagar declararse en insolvencia, como Argentina dio ya el primer paso, habrá que ver la actitud que tomarán las demás naciones deudoras cuando la situación se presente.

Las poblaciones podrán seguir confiando en sus políticos, esperando ofertas y reclamando promesas, las cuales como es de esperar no llenarán sus necesidades, protestarán con huelgas, pedreas y movilizaciones, surgirán nuevos y más numerosos adalides, mejor dotados taumaturgos, las elecciones traerán nuevas promesas y más deudas, se argüirá que en vida del Jefe no se debía, la moneda no se devaluaba, el orden público prevalecía y, en fin, todo era diferente. L Etat c’est moi, dirá algún salvador predestinado, si la población continúa esperando beneficios de la política y cada ciudadano no se dispone a resolver, por sus propios medios, los problemas personales, que son los verdaderos problemas nacionales.

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