David Luther – Donde empieza la participación

David Luther – Donde empieza la participación

Afortunadamente, desde hace unos años el tema de la participación ha sido muy debatido en la República Dominicana, sin embargo, hasta ahora, casi todos esos debates se han enfocado en la participación de la sociedad en nuestro sistema político, expresado principalmente en el depósito del voto en las elecciones tanto presidenciales, como congresionales y municipales y en la incorporación de la población en los beneficios de nuestro sistema económico pero en sentido general y tanto en lo político como en lo económico, los resultados han sido sumamente deficientes.

Sin ánimo de restarle importancia a estos enfoques, creo que solamente se están tratando los síntomas de los problemas y no sus causas. El meollo del asunto está en que si nosotros, como miembros de la sociedad humana, no asumimos una práctica de participación activa en nuestras propias vidas personales, no se puede esperar que cualquier creación nuestra, en este caso el sistema socio-económico y político que nos rige, funcione. En otras palabras, la verdadera participación no empieza con la creación de estructuras, reglas, leyes, etc., sino con nosotros mismos, en nuestras actitudes, comportamientos, visión y ética de la vida.

Tenemos que empezar a entender que la práctica de la participación es eminentemente un esfuerzo individual que tiene que ser asumido y expresado por cada ser humano miembro de una sociedad. En tal sentido, es dentro de nosotros mismos que hay que iniciar esa ética de involucrarse en todos los aspectos de la vida propia. A final de cuentas, nosotros somos los únicos responsables de impulsar nuestros propios anhelos y aspiraciones y de atender nuestras necesidades.

Por un lado, eso se expresa en romper los lazos de la dependencia, pero por otro implica asumir unas serie de prácticas que a fin de cuenta nos llevan a la auto-democracia y al auto-gobierno personal.

en términos prácticos, ¿que implica esto? El auto-gobierno implica la transformación del ser humanos con miras hacia su equilibrio interno, libre de ataduras que nos impidan ver las cosas como son y, por tanto, poder tomar las acciones correspondientes. Reitero, que la democracia sea realmente funcional a nivel global, los miembros de una sociedad deben poseer la libertad de decidir qué es lo que quieren de la vida y de tener la oportunidad de expresarlo y de realizarlo. Consecuentemente, el ser humano debe poseer todas las facultades y recursos a su disposición para que pueda asumir las decisiones de lugar. No puede haber una democracia sana si sus integrantes no son sanos.

Este proceso de transformación personal implica aprender a vivir más conciente y a la vez, nos permite responder más rápido a la retroalimentación que recibimos aumentando nuestra capacidad de tomar acciones auto-correctivas.

Al mismo tiempo, nuestro dominio del proceso de toma de decisiones también aumenta, permitiéndonos actuar con mayor flexibilidad y creatividad ante cualquier eventualidad o circunstancia en que nos encontramos.

Nuestro comportamiento se hace más espontáneo, libre y lleno de posibilidades. Uno se llena de un sentido de dinamismo personal que nos permite resolver problemas y situaciones que antes parecían imposibles. De esta forma el letargo y apatía tan comunes en la humanidad comienzan a desvanecerse. Así empezamos a crecer y extender el sentido de auto-confianza en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.

La transformación personal provoca un espiral progresivo de crecimiento para los que eligen seguirla. En la medida que vivimos más concientemente nos hacemos más sensibles y servidores de la vida y más responsables y respetuosos del impacto que puedan tener nuestras acciones sobre todo lo que nos rodea. También, al ser más comprensivos de nuestro lugar en la vida, se puede contribuir a conformar un mundo más tolerante, auto-regulador y auto-organizador.

Obviamente, no es posible, ni deseable, dirigir nuestros esfuerzos únicamente a favor de uno mismo. El ser humano no es una isla. El crecimiento personal se da precisamente como consecuencia de una dinámica de interrelación con nuestro entorno. El esfuerzo en favor del desarrollo de los demás es parte del desarrollo del ser individual, ya que el bienestar de la totalidad es el bienestar de uno. No hay posibilidad de separación y no la puede haber ya que somos integrantes del conjunto, pero a la vez, el todo está compuesto por sus integrantes.

En conclusión, para que una sociedad funcione sus miembros también tienen que funcionar y es allí que empieza nuestro reto como raza humana. Es el deber y derecho de cada uno de nosotros de asumir la responsabilidad de tomar las riendas de nuestras propias vidas, pero ojo, en el mismo sentido que exigimos ese derecho tenemos que respetar y hasta impulsar esas cualidades dentro de los demás para llevarlos a ellos mismos hacia su propia auto-determinación. Si asumimos esa visión, todo cambia para uno.

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