Hay personas que nacen para triunfar. Hay personas que alcanzan muchos logros, pese a los obstáculos que les pone la vida. Hay personas que son bendecidas por Dios antes de nacer. Hay personas que nacen para ayudar a la niñez, para triunfar en el deporte y en el discurrir de su vida. Ese es David Ortiz.
Ortiz, quien nació en una humilde casa en el kilómetro 12 de la carretera Sánchez. Pensó que algún día podía triunfar en la vida. Sus padres pobres y humildes, no pudo avanzar en la educación y se fue a un play con un bate y una bola vieja, todavía no tenía su guante de primera.
Ortiz, acaba de llegar al lugar más alto del béisbol de las Grandes Ligas, al Salón de la Fama de Cooperstown, venciendo obstáculos en su carrera como atleta y fuera de los estadios.
Se mantuvo firme, solamente pidiéndole a Dios que lo proteja, con una meta de ayudar a sus padres y familia. David está muy feliz con su elección, lamentó que su madre no pudo ver este galardón, ya que murió en un accidente en el 2002.
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Si hay un dominicano feliz, ese es David, recibió una llamada del presidente de la República, Luis Abinader, a su lado el inmortal Pedro Martínez.
David ganó muchos anillos, bates de plata, Series Mundiales, Jugador Más Valioso y dinero, pero nada de eso supera la labor que ha realizado con ayudar a salvar a decenas de niños con problemas de corazón, con su fundación, realizando eventos para recaudar fondos.
Con las atenciones a los niños David, ya tenía un Cooperstown de la humanidad.
Se une a los inmortales dominicanos Juan Marichal, Pedro Martínez y Vladimir Guerrero. Por ahí dos o tres en turno, para llegar.