David y Goliat

David y Goliat

En el corazón de la antigua Palestina está la región conocida como Sefela, una serie de sierras y valles que conectan las montañas de Judea con la llanura que llega hasta el Mediterráneo. El valle más importante es el Aijalon al norte, el más estudiado es el Elah, en éste, Saladín confrontó los Caballeros de las Cruzadas en el siglo XII.

Los filisteos procedían de Creta y en los tiempos del Viejo Testamento se asentaron a la orilla del Mediterráneo. Los israelitas estaban en las montañas, reinaba Saúl. En la segunda mitad del siglo XI, AC, los filisteos comenzaron a avanzar hacia el Este por el valle de Elah, su objetivo era capturar las lomas cerca de Belén y así dividir el reino de Saúl en dos.

Llegado el momento, los filisteos hicieron campamento en los riscos al Sur del Elah, los israelitas estaban en los del frente, ambos separados por una hondonada. Ninguno se atrevía a bajar a la hondonada y subir al risco del frente para atacar al contrario, hubiera sido suicida. Así estuvieron hasta que los filisteos, cansados, decidieron enviar su mejor guerrero Goliat, de 6’9”; llevaba: casco de bronce que solo dejaba la frente descubierta, el cuerpo forrado de armaduras, además, jabalina, lanza y espada. Iba precedido de un ayudante con un gran escudo, llegado a su posición Goliat gritó, algo así: “Elijan un hombre que venga a pelear conmigo, el que gane prevalecerá y los derrotados serán sus esclavos.”

En el campamento israelita nadie se movía, el pánico los abatía, pelear contra semejante gigante que luchaba desde muchacho y había ganado mil batallas. ¿A quién se le ocurre? Resulta que un joven pastor había llegado de Belén llevando comida a sus hermanos y se propuso como voluntario. El Rey Saúl le dijo, más o menos: “Mi hijo, eres un niño, no puedes pelear contra ese gigante te destruirá de la primera.” No obstante, como no había nadie más, el reto se mantenía porque Goliat continuaba desafiando y el pastor insistía, por tanto, Saúl no tuvo más remedio que aceptar la oferta del pastor.

El pastor bajó con su ropita, una honda y cinco piedras redondeadas (“cayaos”) en su mochila, como las usaba en sus cacerías. Consideremos los dos guerreros, uno grandote y cargado que apenas podía moverse y el otro liviano y rápido como una gacela. En la hondonada Goliat lo desafiaba que se acercara a pelear pero el pastor de nombre David bajó corriendo, girando su honda, Goliat seguía plantado esperando un cuerpo a cuerpo, se extrañaba de que su contrario se mostrara tan cobarde y no se le acercara; en esas circunstancias, David le disparó una piedra que hizo blanco en la frente de Goliat, lo derribó “en seco”, se le acercó tomó la espada de Goliat y lo decapitó.

Si consideramos estos argumentos presentados por Malcolm Gladwelll, en su libro homónimo de este artículo; concluimos que Goliat no tenía la más mínima oportunidad de ganarle a David. Gladwell sostiene que generalmente interpretamos mal este tipo de conflictos porque los consideramos valiosos en nuestro mundo; aquellos donde se enfrentan increíbles probabilidades porque si gana el desfavorecido se llena de grandeza y belleza. La pelea David versus Goliat ha sido objeto de muchos estudios académicos y militares, incluyendo el del General Moshe Dayan.

La moraleja de los estudios es que ser grandote, fortachón y armado hasta los dientes como Goliat es importante cuando se enfrenta otro gigante con características y métodos similares; no tanto, cuando el contrario emplea una estrategia diferente e inteligente, verbigracia: es ágil, con distintos armamentos o táctica, etc. Lo vimos en algunos conflictos del pasado siglo y lo estamos viendo en los presentes. Vietnam es un ejemplo patético de este corolario. Lo que sucede entre la República y Haití, ¿caería en esta categoría? ¿Qué piensa el lector?

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