Davos, para soñar en grande

Davos, para soñar en grande

La visita del Presidente Fernández a Davos ha traído a mi memoria una vieja carta que el insigne científico y filósofo escocés doctor Iñigo Montoya me enviara hace años, con detalles inesperados de la relación entre cómo funciona el cerebro y cómo se organizan las sociedades. Nueva vez la aprovecho.  

“En un portal de Internet se ‘posteó’ la pregunta, ¿pueden aquellas personas nacidas ciegas, ver sueños? La mejor respuesta explica que no. Es preciso el estímulo visual para que las partes del cerebro que interpretan la visión puedan desarrollarse. El cerebro desarrolla, a temprana edad, un enorme número de conexiones neurales (‘synapses’, en inglés) que transmiten química y eléctricamente señales de una célula a otra. Mientras uno va creciendo, estas conexiones van apareándose para que el cerebro funcione eficientemente. Esta es la base del aprendizaje. Sin embargo, cuando el cerebro o una parte de él carece de información, que a temprana edad es generalmente sensorial (vista, tacto, olfato, oído y gusto), esa parte del cerebro se atrofia, puesto que distintas funciones cerebrales ocurren en áreas particulares de ese órgano. El asunto es que el cerebro requiere estímulos visuales para desarrollar las regiones corticales que procesan la visión. Por economía de energía, el cerebro no desarrolla ni mantiene la capacidad de efectuar procesos que no son usados por la mente. La zona cerebral dedicada a la visión jamás ‘aprendería’ a funcionar si la persona nacida ciega nunca ha transmitido una sensación visual. Los nacidos ciegos sueñan, pero no ‘ven’ sus sueños”.

Montoya salta de sus consideraciones neurológicas a otra extrapolación social: basado en la “Teoría de los Sentimientos Morales” de Adam Smith, sugiere que así como áreas cerebrales pueden atrofiarse, igual también la consciencia colectiva, o la ética social, de algunos pueblos, puede afectarse, especialmente ante la carencia de estímulos adecuados en el período de su desarrollo. La gente hace lo que su sociedad le permite y no hace lo prohibido, aún desconociendo el origen de esas reglas, porque el orden social se supone establecido para propiciar el bien común.

Somos una nación que al parecer todavía está en su “fase de construcción”. Pero sin estímulos adecuados, tanto positivos como negativos, vastas áreas de la mente dominicana quedarán atrofiadas, sin desarrollarse. Seguiremos soñando, pero no podremos ver los sueños. Quizás sea curioso que el viaje  Davos me traiga estos recuerdos.

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