De acuerdos y de buenos deseos

De acuerdos y de buenos deseos

FERNANDO I. FERRÁN
A la vuelta de la ratificación de tan sólo dos acuerdos, el nuevo año nos lleva de la mano, obligatoriamente, a un mundo totalmente desconocido. Me refiero al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y Estados Unidos (DR-CAFTA). La firma con el FMI, prevista aproximadamente para fines de este mes, significa mucho más que recursos frescos del orden de 1,000 millones de dólares.

El sometimiento de nuestro manejo de las finanzas públicas a mayores niveles de disciplina y de supervisión, así como el proceso de institucionalización de todos y cada uno de los actores que inciden en el sistema financiero nacional, son decisiones que se asumen libre y conscientemente a cambio de que se nos otorgue el aval necesario y suficiente ante inversionistas, organismos multilaterales y gobiernos «amigos» para seguir interactuando de pleno derecho en el mundo de las altas finanzas internacionales.

Consecuentemente, debemos esperar que con dicho acuerdo se adopten mejores prácticas internacionales, de manera tal que los estrictos controles y exigencias fondo monetaristas terminen siendo una dosis saludable de normativas institucionales para todos los grupos de poder con incidencia en la vida nacional. De todos modos, el riesgo permanece siempre latente. Si las cosas no salen a pedir de boca, el anhelado respaldo del FMI representará una baja más en manos de algún poder fáctico vigente tras la muerte de Trujillo y un estéril sacrificio adicional impuesto a una población harto empobrecida.

El segundo acuerdo es el del DR-CAFTA, pendiente de ser ratificado por los respectivos congresos nacionales. La lectura más ingenua del controversial tratado no deja lugar a dudas: una sentencia de muerte, léase de quiebra, se cierne sobre la agroindustria, la agropecuaria, las industrias farmacéutica y azucarera, entre otros sectores empresariales de la economía dominicana. Desprotegidas y además sometidas a un estratosférico costo-país, la competencia a la que en breve se enfrentarán las empresas dominicanas permite visualizar, sin por ello ser pesimista, nada bueno.

Consecuentemente, por aquello de que más vale tarde que nunca, es imprescindible hacer lo que se debió de haber hecho hace ya más de un año; a saber, estudiar el impacto del libre comercio en nuestro aparato productivo y exigir entonces, a tiempo y a destiempo, que el Gobierno y el Congreso Nacional establezcan cuantas medidas compensatorias y realistas sean necesarias para apuntalar la competitividad sistémica de nuestro sector productivo.

Pero que no se vaya a aducir ahora que el consumidor dominicano viene subsidiando la industria local con altos precios y que por esto el DR-CAFTA representa por sí solo una sensible mejoría para su bolsillo. A pesar del relativo valor de ese argumento, no deja de ser falaz. Lo que está en discusión no es si conviene sacar del mercado los artículos que se oferten con altos precios, independientemente de la competencia desleal que originan ciertos productos por las concesiones de que son objeto en sus países de origen, sino si el consumidor de aquí o de allá podrá optar por productos con precios y calidades comparables, para lo cual es indispensable que los productores nacionales y los foráneos gocen de los mismos privilegios y condiciones en su punto de partida.

Así pues, el libre comercio no es ni puede obedecer a la ley del embudo. Hay que impedir que se imponga la competencia de desiguales en el mismo mercado, unos desprotegidos, los nacionales, y los otros subsidiados, exonerados de impuestos y exentos de altos costos de producción por concepto del alto valor del dinero, de la energía eléctrica y de las nuevas tecnologías de producción y de gerencia.

Ante los riesgos e incógnitas que entrañan los próximos meses en términos de destino nacional, es indispensable que los acuerdos asumidos con el FMI y con el Tratado de Libre Comercio no terminen siendo meros deseos de año nuevo. Estos, al igual que las buenas intenciones, trillan las puertas del infierno. Del infierno dantesco de La Gran Comedia…, a menos que logremos disciplinar e institucionalizar los sistemas financiero y fiscal nacionales, en el ara fondo monetarista, y aprobar por la vía legal las medidas compensatorias para los sectores productivos afectados, en el pedestal del DR-CAFTA.

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