De ahí, ahí

De ahí, ahí

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Con el tiempo, quienes relatan, quienes dicen, y cuando uno tiene una larga vida, el asunto se pone más íntimo, es entre quien habla, quien, dice, a quien le dijeron, ni siquiera es entre dos protagonistas de la historia.

Con mi inolvidable amigo Hamlet Hermann Pérez discutí nadie sabe cuántas veces sobre la veracidad y fuerza de las fuentes históricas escritas y su validez, HH, abogaba, discutía y no dio su brazo a torcer, mi opinión es ecléctica depende de quién o quiénes hablan, dónde estaban en el momento de los acontecimientos.

Los hechos ocurren, aunque no haya un cronista a mano, testigo presencial, que incluso en su condición de tal puede estar prejuiciado por una o varias variantes que lo condicionan.

No olvidemos la película japonesa titulada Rashomon cuento del escritor japonés Ryunosuke Akutagawa llevada al cine en 1950 en la cual se consignan las opiniones divergentes de cuatro personas que ofrecen una versión particular del mismo y no coinciden.

Hay hechos cuyo origen y desarrollo se pierden en la oscuridad de la noche, o en las lóbregas paredes de las celdas solitarias de la prisión política, cuya memoria se pierde en las enloquecidas mentes de los bárbaros torturadores.

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Personas hay que escriben sobre hechos pasados con propósitos de engancharse a cronistas históricos, se pavonean de sus ríspidos escritos llenos de lugares comunes y de investigaciones a medias que no califican.

Durante décadas hubo empecinados escritores que nos metieron por ojos, bocas y narices el relato de cualquiera de las barbaridades, abusos, excesos cometidos por Trujillo y su corte de chismosos y bravucones, únicos hombres armados y apoyados por miles de policías, v guardias, chivatos y adulones, toda esa literatura de basurero nos fue servida como historia. Siempre el mismo relato lleno de sangre y gritos, como si fuera desconocido.

El tema de muchos que escriben sobre lo ocurrido aquí, aunque no contribuya a crear bases para el Gobierno de hoy y para el futuro, es volver al pasado y tratar de limpiar a Juan Bosch de sus sombras luminosas, el nombre de Bosch lo quieren convertir en un cuco, es como si dijeran, si lo mencionas, te castigo.

Pues quitémonos de encima ese ídolo de barro. La cosa fue así. Sonó el teléfono y una voz conocida me dijo: Esto para que lo informes: el coronel Caamaño desembarcó por Azua esta madrugada al mando de 8 o 9 hombres,

Como debía ser. Yo era el enlace entre ese general del Palacio Nacional y Bosch.

Primero: Manuel Ramón García Germán, luego Tonito Abreu y el PRD.

Iniciamos un plan de ocultamiento para Bosch y otro para José Francisco Peña Gómez.

Esa historia está por reconstruir.

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