De aniversarios, cuartuchos y auditorías

De aniversarios, cuartuchos y auditorías

POR COSETTE ALVAREZ
Inexplicablemente, recibí un mensaje por correo electrónico sobre el aniversario de la Alianza por la Democracia, gestado por entonces disidentes del PLD, pero salido de sus entrañas al fin y al cabo, de modo que hoy día son sus muy orgullosos aliados.

Como no existe una sola razón por la cual yo deba estar en ninguna lista de sus correos, ni hay un solo miembro de dicha organización con derecho siquiera a pronunciar mi nombre, en el entendido de que el emisario es alguien nuevo, al menos «posterior a mí», por lo tanto confiriéndole inocencia, le respondí informándole que cualquier acercamiento de la APD hacia mí se pasaba de atrevimiento. La verdad, debí ejercer mi rol de educadora y aprovechar para contarle del aniversario de ese grupo en 1995 en Puerto Plata, así como otros acontecimientos de la época, pero, ¡qué caray!

Como tengo tantos y tantos artículos publicados hablando maravillas de los perpetuos directivos que concurrentemente manejaban la APD, CIPROS y el Foro Social de Puerto Plata (este último desarrollaba programas con fondos de Lomé, oficina que más adelante también cayó en sus manos), y los apoyaba de diversas formas cual de todas más incondicional, no me luce ahora publicar las historias que en un momento me hicieron sentir parte de ellos -cuando no pasaban de treinta miembros- mucho menos aquéllas por las que prefirieron prescindir de mí como ya antes habían prescindido de otros y como después también siguieron prescindiendo del resto, partiendo de que de imprescindibles está lleno el cementerio. Lo dejo de ese mismo tamaño, por considerar que ninguno de ellos ni la institución como tal merecen un solo segundo de mis pensamientos. Y las historias, francamente, son penosas, vergonzosas, lamentables.

Ahora bien, que un carajo de la vela que aparentemente se llama Osiris y que si no es arquitecto también se llama Arquímedes, dizque dirigente de ese grupo en los Estados Unidos, se atreva a difundir por su directorio electrónico que yo vivía en un cuartucho en Cabrera en el cual daba clases de inglés, como que se pasa de perverso, con lo que se ajusta perfectamente al modelo que él sigue. Lo perdono porque debe haberme confundido con su señora madre, excepto que, sin conocerla, estoy segura de que ella no enseñaba inglés, aunque me atrevo a jurar que sí vivía y crió a su hijo en un cuartucho, por lo cual ni remotamente la censuro.

En cuanto a la auditoría, me encantó la idea y ojalá la lleve a cabo. Total, soy una asalariada que no maneja recursos del Estado, ni privados, ni nada. Soy un desastre en administración. No me canso de agradecer al presidente Mejía, mi amigo Hipólito, que me encomendara un puesto sin recaudaciones, sólo de representación. Todavía cuento con que me reciba para darle un abrazo antes de que entregue el poder.

Por el contrario, quizás con el resultado de esa auditoría consiga que me paguen los dineros que me deben, como mi primer sueldo de diplomática, correspondiente al mes de julio de 2002, mis viáticos de traslado de Guatemala a Italia en octubre del año pasado, uno o dos sueldos de este año que faltan por pagar (no sé qué magia hizo mi querido Canciller este mes para pagar la regalía de 2003 y dos sueldos atrasados, pero en nombre de tantos de nosotros, ¡muchas gracias, Frank!).

Talvez, a esa auditoría llegue a agradecerle un día que me firmen la exoneración de vehículo cuya solicitud una empleada administrativa se niega a recibir y, si la suerte me acompaña, hasta puedo conseguir que la otra institución a la que escribí un libro por encargo me pague el 30% restante contra entrega, cuya factura está debidamente varada en un conocido escritorio, a pesar de que ya entregué la encomienda y de que la ley sólo da diez días para pagar.

De manera, señor Osiris, que si no quiere perder su impulso de realizar auditorías, hágala. Para ensayar, tampoco tiene que ir muy lejos. Los dirigentes perpetuos de su grupo politiquero, a saber, Max Puig, Carlos Sánchez, Guadalupe Valdez y Onofre Rojas sí han manejado recursos tanto del Estado como de organismos internacionales y hasta de sus familiares y amigos. Conste, no los acuso de nada, ni tengo la menor sospecha de ninguno de ellos. Para mí, no existen. Hace tiempo que murieron, los enterré, les guardé su luto y me lo quité.

Lo que le estoy diciendo, señor Osiris, es que su partidito entero, incluyéndolo a usted, me debe respeto, mucho respeto. Más nada. Usted me ha insultado y me ha difamado. Yo exijo una satisfacción y, de paso, aproveche para decirme algo que me permita entender, desde mis limitaciones, cómo es que una persona tan exigente de la moral ajena como usted, puede mantener relaciones de amistad personal, política o de cualquier tipo con gente de conocidos prontuarios, comprobados corruptos, y aquí tampoco me estoy refiriendo a nadie de su partido. Estoy de lo más bien sin saber si hay alguno entre ellos.

Dígame, usted que sabe de alta política, cómo es que se puede salir y desdecir de un partido, con elevados niveles de bochinche barrial, siendo representante de los votantes de ese partido, y luego volver a él para aprovecharse otra vez de sus votantes, y … no, mejor no sigo en eso, ¿para qué? Pero no se olvide de desagraviarme públicamente, porque usted, como dirigente, ha cometido un delito en mi contra y yo conozco la ley, mis derechos y mis deberes tan bien como conozco a todos y cada uno de quienes hoy son sus líderes.

A usted, señor Osiris, le deseo de todo corazón que lo nombren en el consulado de donde sea que usted se encuentre en los Estados Unidos, para que se dé banquete haciendo auditorías, porque si algo sabe bien su gente es «acotejar» los números, armar muñecos. Si es verdad que su jefe político va de canciller, después hablaremos usted y yo, ya con la tortilla virada, incluso de auditorías si usted quiere.

A doña Elvia, mis más sinceras disculpas. Que por favor le conste que el cariño y la gratitud de mi hija y de mí hacia ella se mantienen incólumes. Estoy segura de que a ella no le hace gracia que me hayan hecho esto, aunque tampoco le agrade mi reacción.  A doña Pinky, nada, pues ya me dijo en una ocasión que en la política todo se vale, y más si es en aras del poder.

A los lectores, les debo la publicación in extenso del asqueroso mensaje de este ¿hombre?, porque la compañía telefónica no ha encontrado el camino a mi casa para instalar la conexión a la red, a pesar de que hace bastante que pagué por el servicio. En la salita de internet a la que esporádicamente voy por horas, no permiten el uso de diskettes, con razón. Pero, cuenten con eso.

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