De aquí para allá

De aquí para allá

Pactan, cobran, callan. Transigen. Acuerdan, hablan. El tránsito no es deshonra, tampoco sirve para escarnio o demérito. Es la historia. Desde antes de existir la militancia y el compromiso, es la crónica de durante y después. Pero ya no produce agravios. El desenfado contemporáneo para asumir cambio de partido y de principios, es único, inédito. Es el derecho aceptado, reconocido que valida el oportunismo.

Todavía los historiadores buscan las justificaciones para explicar los desvaríos de próceres, héroes, mártires. Para explicar ese ser y cansarse de ser, ese abandono de empeño, que marca el devenir nacional desde 1844. Deserciones que provocaron encierros, fusilamientos, ostracismo, violación de derechos, y en el trajín de la búsqueda, asoma el descaro presente. La actitud es original, trasciende el alpiste de Logroño, la claudicación de Peña Batlle. No necesita explicación, nadie las quiere, tampoco hay tiempo. Es la consagración de la voracidad. Ambición alejada de conceptos y cerca de la subasta. Imperturbable. Sin trazos de gloria ni de hazaña patriótica. La preocupación por la excusa está ausente.

Hubo una época de desvelos para entender las razones del antitrujillismo tardío, para comprender por qué el PRD acogió eminentes colaboradores de la tiranía y Balaguer captó izquierdistas, cívicos, catorcistas. Convirtió en colaboradores a portadores del mensaje de ese exilio que vino a mostrar las claves de la democracia y en el 1965 logró la solidaridad de la trinchera. Desvelos para comprender acuerdos como el de Río Piedras, de Santiago, el Frente Patriótico.

Hoy la inquietud no existe. Los protagonistas rechazan la confrontación. Con apoyo mediático juegan a trastocar culpas. Pretenden seducir con denuncias que antes callaron.

Es un reciclaje burdo. El canje sin ética ni estética de políticos, consejeros, regentes de grupos cívicos, que durante 10 años encendieron y apagaron jachos, pastaron entre bueyes y toros, entre gallos y palmas, estrellas y martillos, rosas, cayenas, arcoíris, puños levantados, manos cerradas, dedos abiertos. Fueron funcionarios, disfrutaron y disfrutan del erario. Se quedaron medrando en ministerios, en comisiones y juntas, asesorías, diplomacia, organismos internacionales. Con sigilo y delicadeza, conservan las ventajas que otorga el Poder Ejecutivo, Judicial, Legislativo, Municipal. Pero el lustre lo mantienen con discursos vitriólicos que aplaude la ignorancia o la desmemoria.

Descubrieron en la propalación de la probidad el camino.

El martilleo con la acusación de ladrón es su estandarte. Quieren el turno para hacer lo mismo que critican. Exigen a los otros la incorruptibilidad que no poseen. Fanáticos desaforados de la virtud ajena, desconocen normas cuando de acusar adversarios se trata. Lucen como Robespierre, que sin ambages decía que la virtud sin terror es impotencia. Mientras encantan y ofenden con su arenga, impiden que ausculten entradas y salidas a ministerios, permanencia en sitiales para el disfrute propio y familiar. Amarres y ventajas que defienden en sus grupos sin disidentes. El abc del oportunismo incluye la desvergüenza, también la difamación contra las personas que insisten y recuerdan.

Es una obligación remozarse, revisar estrategias, transformar ideas y actuar en consecuencia. Aquí no sucede. Es el viento de la almoneda que mueve la vela de las convicciones. Candidatos, precandidatos, voceros independientes, brincan de adscripciones apasionadas a dirigentes espléndidos, de la reivindicación de desaciertos, al dicterio contra antiguos mentores, con un desparpajo que asusta. Hay saltimbanquis criollos, tanto en los partidos políticos como en la sociedad civil, con más cambios por periodo electoral que simpatizantes o clientes.

Los estrategas tendrán que optar por la frivolidad e inmediatez, rumbo a las elecciones del 2016 o reinventar consignas más allá de la corrupción. La debilidad de las candidaturas está en sus vaivenes y complicidad. Ese pasar de rojo a morado, de marrón a verde, ser blanco y después azul cielo. Malo y ahora bueno. La imputación de trásfuga es inofensiva. El tema no es tema, es costumbre. Tránsfugas, conversos, oportunistas, aspiran un lugar en la boleta electoral. De aquí para allá, escriben su biografía. Y con complacencias consiguen aval y persiguen votos.

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