De artistas y managers, divagaciones sobre la música como causa

De artistas y managers, divagaciones sobre la música como causa

Recuerdo la entrevista que le hice a un bachatero en la que reiteradamente me decía que estaba muy agradecido, primero de Dios y luego de su representante y, no debe ser para menos, aunque de lejos luzca una exageración.

Y, esto viene a cuento, porque en la actual situación por la que pasa la música y los artistas tanto a nivel nacional como internacional, en lugar de artistas, que los hay muchos y buenos, lo que faltan son managers, empresarios y disqueros.

Cuánto talento no se queda rezagado, desconocido u olvidado por el simple hecho de que no encuentra nunca una persona con visión, sentido para este negocio, conocimiento y relaciones.

Sí, relaciones, porque en el ambiente artístico como en muchos otros órdenes de la vida, el que no tiene padrino es el que no se bautiza. Aunque algunos avezados han optado por echarse el agua ellos mismos al final se han dado cuenta de que ese esfuerzo personal, aunque loable, no es suficiente.

Cuando un artista presenta un proyecto o un producto terminado para ponerlo en el mercado o a disposición del público o la prensa especializada lo primero que tiene que explicar es con qué apoyo lo hace, quién es su manager y si tiene contrato firmado con una casa disquera.

A las respuestas rápidas y raudas en el caso de que sean afirmativas sigue el nombre del inversionista, el de su manejador y el de la discográfica y si estos tienen dinero, credibilidad e imagen, lo más probable es que el personaje en cuestión obtenga la atención inmediata y que la mayoría apueste por un futuro artístico promisorio.

Me lo dijo Félix D’ Oleo un día (el que tuvo a uno de primera categoría: Iván Mancebo García) “el problema de los artistas dominicanos es que no tienen managers” y me daba una serie de condiciones de requisitos que muy pocos de los que tenemos pueden cumplir.

¿Quién puede sentarse a negociar un contrato con una disquera internacional que tenga conocimiento no solo de las leyes dominicanas sino internacionales para el caso, de las implicaciones de la firma y de las garantías para que este negocio redunde en beneficios para el artista en lo inmediato y en lo futuro?

Me preguntaba insistentemente D’ Oleo. Escucho y leo la queja constante de los medios y de algunos empresarios y artistas por la constante marginación de los premios internacionales de los artistas dominicanos y acuden a mi memoria los reclamos de D’ Oleo.

No quiero acusar a los pocos managers que tiene el merengue como culpables de esta crisis, porque sería una gran injusticia. Ellos han hecho lo que han podido por mantenerse a flote junto a los pocos artistas a los que ellos encuentran potables para hacer negocio.

La mayoría no tiene representante, no solo porque no lo quieren sino porque lo que ganan apenas da para sobrevivir y la repartición no los dejaría bien parados y, ahí surge una nueva cuestión, ¿es mejor compartir con alguien que debe encontrar nuevas vías de proyección y de ingresos o quedarse comiendo solo y poco a poco las migajas de su carrera?

¿Por qué acaban a rabazos limpios tantos acuerdos de trabajo? ¿Por qué los managers dominicanos no inauguran nuevos mercados, no invierten en la Internet, no procuran formar parte del tinglado internacional del negocio del ocio?

Ay, yo no sé, yo que sé… no se lo puedo decir a mi tía (porque ella va a saber menos lo que yo quiero saber) y al final estaremos dando vueltas en el mismo círculo vicioso que nos ha traído a esta parada en la que todos debemos estar conscientes de que no arranca el barco si no lleva un capitán.

Ah, y lo capitanes deben aprender a ser no buenos, sino los mejores…

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