De asesores y asesores

De asesores y asesores

Hemos leído Coctelera disfrutando como siempre el punto de vista original y provocador de su autor. En la versión del sábado 19 de junio discrepamos de algunos conceptos que sobre el rol del asesor se esgrime en esa sesión diaria al referirse al doctor Andy Dauhajre en ese supuesto rol neutral.

No es mi ánimo descartar la innegable capacidad técnica del doctor en Economía ni las agallas mostradas por él, ambos son valores que le acompañan y de los cuales el país ha podido en algunos momentos luminosos aprovecharse; pero como nos recuerda la sabiduría oriental: las grandes virtudes terminan siendo grandes defectos.

Sabemos, pues está a la vista de todos, que hay una campaña enorme contra el economista de marras, campaña que proviene del interés de algunos de minimizar la responsabilidad de otros en esta severísima crisis económica, tanto en el gobierno como en el área de algún banco quebrado. No compartimos esos objetivos.

En cambio, sí nos interesa establecer que el doctor en economía no tenido una posición publica neutral en sus consultarías y que en consecuencia es responsable, junto a otros, de sus propuestas y de las terribles consecuencias acarreadas para la población. Si más o menos, no es tampoco cuestión de nuestro interés. Es importante señalar que los políticos ya pagaron su cuota al perder las elecciones de forma muy clara. En justo que Andy también le toque una dosis de reclamos, que se le señale cuál es su cuota de responsabilidad.

Recuérdese, por ejemplo, que en la colocación de los primeros bonos soberanos el doctor en economía dio garantías públicas, comprometiendo su palabra, de que esos recursos serían utilizados con un criterio técnico, usándose sólo en obras que rentabilizaran más del 9.5% para la sociedad. Hoy sabemos por los propios datos gubernamentales que una parte importante de esos bonos fueron dilapidados con fines políticos. No vimos, en el momento en que eso era relevante una denuncia o distanciamiento público de esas prácticas de parte del asesor económico.

También habría que recordar argumentos de él o de miembros de la Fundación Economía y Desarrollo minimizando la incipiente crisis y dando un marco teórico a la forma en se realizaba el gasto público, incluso cuando se cometieron iniquidades como la de pasar dinero de la Secretaría de Educación a las Fuerzas Armadas. No podemos olvidar tampoco que mientras el satanizaba a todo el empresariado, un representante del gobierno daba saltos repartiendo lo público como si fuera privado. No recordamos una sola crítica del elocuente cabildero y asesor.

Tenemos claro que una cosa es asesorar y otra es participar en el debate público abierto usando argumentos y medios para lograr posicionar una idea, plan o acción de la política económica. Ambas cosas, sin dudas, son legítimas, pero de naturaleza diferente. En el primer caso, la de asesorar, la responsabilidad es sólo de consistencia profesional, en el segundo es más, es una responsabilidad política. No se trata de hacer ni victima, ni mártir, ni mucho menos chivo expiatorio. Andy es tan responsable como los funcionarios que tomaron decisiones en tanto y cuanto nunca condiciono el éxito de sus consejos al cumplimiento estricto y sus argumentos terminaron siendo personales y políticos.

Nunca he estado de acuerdo con la separación de políticos y no políticos que hacen algunos analistas para minimizar la credibilidad del partidista en un debate público. Partidista o no, el debate público sobre asuntos públicos tal como lo es la aplicación de una política económica debe fundamentarse en los argumentos utilizados. La veracidad, viabilidad y razón no le asisten al partidista por serlo, como tampoco le pertenece al «asesor» por no ser partidista.

En el caso del señor Dauhajre, hemos visto por décadas como sus argumentos suelen estar salpicados de tecnicismos y ataques personales por igual, denostando a unos y a otros por el rol que les toca jugar antes que por la veracidad de los argumentos utilizados.

Se asume una responsabilidad cuando se toma una posición pública tratando de convencer al ciudadano de las bondades y defectos de una determinada propuesta. Si el asesor al participar del debate público miente, minimiza riesgos y empeña su palabra, tiene sin dudas una responsabilidad mayor que si se circunscribe a proponer una acción. Si además usa argumentos personales, se hace blanco del mismo tratamiento.

Así como se acostumbra condenar al funcionario público y al político por las consecuencias de sus acciones y posiciones públicas, así también el asesor que se convierte en promotor de sus consejos debe pagar un precio en la opinión pública que pretendió convencer o manipular.

En última instancia tampoco se trata de llevar al cadalso real a nadie, aunque nos preocupa que a la sombra de la ignorancia se siga colando el crimen. Así como debe evitarse la impunidad penal para el que delinque, también debe evitarse la impunidad moral para el que se aprovecha de sus conocimientos. Hay asesores y asesores. Ya lo decía Bolívar, el conocimiento sin probidad es un azote. (Cuán espantoso es no creer en la virtud!

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