De asuntos idiomáticos y “anclarse al puerto”

De asuntos idiomáticos y “anclarse al puerto”

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
El uso de la palabra ha sido siempre, para mí, algo conflictivo. De niño tenía problemas con el uso del “sí” o el “no”. Mi padre, tan propenso a exasperarse y encresparse, decidió aceptar mis conflictos verbales a partir de una ocasión en la cual yo, un niñito de algunos cinco años (soy fatal para las fechas) habiendo roto un disco grande como un casabe, que formaba parte de la grabación de la ópera “Tosca” de Puccini, aunque comprendió que había sido una acción inocente, me preguntó: “No lo volverás a hacer, ¿verdad? Y le repuse que “sí”.

No lo volverás a hacer? -reiteró.- Sí -repuse-. -¿Cómo que sí…volverás a romper un disco? -No -contesté mohino.

-Entonces ¿por qué dices que sí?

-Porque me preguntaste si no lo volvería a hacer…yo quería decir que sí, que no lo volvería a hacer.

Lo malo es que todavía me parece una respuesta lógica. Si hubiese preguntado ¿Lo harías de nuevo? habría respondido “No”.

Naturalmente, para escribir tengo que hacerme un poco el loco en cuanto al uso de vocablos. Recuerdo que papá tenía un amigo, José Peña, quien vivía en San Carlos, que sabía y reverenciaba tanto la gramática y las fórmulas lingüísticas propias de nuestro idioma, que simplemente no podía escribir.

En mi caso, por más que me empeñe en mantener cierto margen de corrección en el manejo de mi idioma, caigo en trampas y desconciertos. Es que el significado de las palabras ha variado tanto que han llegado a obtener un valor opuesto. Por ejemplo, viajando a orígenes: en latín (nuestra cuna) “sacro” significa tanto “consagrar a una divinidad, ofrecer y reverentemente dedicar”, como “maldecir, dar al diablo, condenar”. Lo opuesto.

El latín, de donde salimos como forma de expresión, es ambiguo.

Hay que considerar el contexto. ¿Era la intención ponernos a pensar obligatoriamente? ¿Será que nos hace falta mayor capacidad de búsqueda lógica, mejor y más alta disposición a entender intenciones y propósitos?

A menudo se nos va la mano queriendo leer entre líneas, dándole sonido a lo que no se dice…que suele contener el núcleo de lo importante. Ya lo advertía el profesor Bosch afirmando que en política lo importante es lo que no se ve.

El problema está en que las verdades antiguas son las mismas de hoy, y me temo que sean las de mañana. El poeta latino Horacio en su Oda a la República (Lib. 1, Oda 14) advierte: “Oh, Nave, ¿al piélago te vuelven más olas?/ ¿Qué haces? ¡En el puerto fuertemente ánclate!” (Fortiter occupa portum).

Mis incomprensibles inquietudes con el latín, donde encuentro tanta sabiduría válida, me sacan de intranquilidades idiomáticas en nuestra lengua para trasladarme a preocupaciones de fondo, multilingüísticas.

Creo que los empeños gubernamentales en una profundización del idioma inglés, son acertados. También lo sería, en menor medida, algún conocimiento de alemán, por no hablar de los eventuales beneficios de estudiar chino y aprender a lidiar con los esfuerzos intelectuales, de voluntad y dedicación que tal empeño demandaría.

Tenemos mucho que aprender. Sobre todo, disciplina. Si limpiar las calles es “un operativo”, o por igual dotar a los hospitales públicos de medicamentos y utensilios imprescindibles para cumplir con lo que se supone su razón de ser, si la escuela pública se mueve o inmoviliza entre precariedades y anuncios publicados a página completa y a todo color (tal como otras entidades estatales), si todo es más transitorio de lo que determina la vida, y no hay firmeza en nada…andamos mal…”Al mar profundo te devuelven, Oh República, las olas”.

Sigamos, respetuosos de la sabiduría, milenaria, el consejo de Horacio:

Anclese al puerto, fuertemente, la República.

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