Carlos Morales Troncoso asumió la presidencia reformista hace poco más de tres años, dentro de un ambiente de esperanzas y optimismo, ha trabajado para la realización de un proyecto de partido diferente, moderno, unitario, capaz de relanzarse sin temores a la lucha política. Lamentablemente ha encontrado más opositores internos que colaboradores sinceros. Morales debió ser el candidato de consenso desde el mes de julio, pero la asamblea pactada para esa fecha fue abortada con el marcado propósito de impedir su elección.
Después de la desaparición de Balaguer, el Partido Reformista no ha logrado salir de una crisis. No es mi intención indagar sobre la consecuencia de las mismas, ni mucho menos sobre sus culpables.
Ahora que ha pasado casi una década de la desaparición del líder, todavía seguimos añorando su voz de mando en busca de las soluciones que debimos tomar de forma colectiva.
A través de todos estos años, el reformismo ha dejado que el tiempo pase viendo disminuir el partido hasta perder su fuerza electoral, sin hacer nada para evitarlo. En todos estos procesos traumáticos para el reformismo, ha faltado la voluntad de tomar decisiones precisas en el momento conveniente. Balaguer se podía dar el lujo de jugar al tiempo, el líder, sabía perfectamente que tenía el control total de su partido. El caso actual no es el mismo, al fallar la dirección colectiva, los liderazgos internos se han dispersado sin lograr coaccionarse en un interés común.
En la actualidad los reformistas claman legítimamente por una decisión de su alta dirigencia que defina el rumbo a seguir y garantice el mantenimiento de su identidad. La decisión a juicio de muchos retardada ya, debe tomarse cuanto antes con el beneplácito de los organismos competentes del partido.
Los reformistas de corazón, aquellos que confiaron en las directrices de Balaguer, deben así mismo confiar ahora que estas decisiones requeridas, serán tomadas por su actual presidente adecuadamente. En la seguridad, que el legado de Joaquín Balaguer jamás perecerá en las responsables manos de Carlos Morales Troncoso.