De basura y ética

De basura y ética

En 1989, en la Conferencia para la Comisión Internacional para la Paz y el Desarme, declaré que la problemática general del medio ambiente y de su deterioro, en los países industrializados se había sumado una nueva problemática para los ambientalistas y los industriales, la del destino de los productos del fin de la cadena, los que no se pueden ofrecer al consumo, que nadie quiere ver, ni asumir: los desechos industriales tóxicos generados en los procesos industriales.

Para estos países, las reivindicaciones ambientales, además de la lucha contra la polución, abarcaban el destino final de los desechos tóxicos, peligrosos y radiactivos. El problema era como obligar a las transnacionales o a los gobiernos a adoptar tecnologías seguras y nuevas, lejos de toda vida humana y animal y dedicar parte de sus beneficios para eso, sin poner en peligro el ambiente terrestre, aéreo y marino a nivel local y como el ambiente no tiene fronteras, a nivel global. La historia en este caso es indispensable.

En los años 60’s Puerto Rico primero que ninguna otra isla del Caribe representó para las transnacionales norteamericanas, una alternativa para esos desechos. A favor de la inexistencia de leyes de protección ambiental, con los incentivos fiscales dispuestos en esos tiempos (la sección 936 de RI de los Estados Unidos) se instalaron en la isla vecina las industrias más contaminantes para el medio ambiente, como son las industrias farmacéuticas, petroquímicas, electrónicas, generadoras de electricidad, y transformaron Puerto Rico y el Caribe en un gran basurero contaminando sus ríos, cuencas y reservas acuíferas.

En el taller regional «Desarrollo y participación popular» realizado en abril del 86, la misión industrial de Puerto Rico, denunciaba que «con la instalación de enormes plantas de refinamiento de petróleo y de producción de materiales de origen petrolífero comienza a hacerse patente el problema de la contaminación en la costa sur… pero en el norte cerca de la capital también». De aquellas industrias quedaban solo plantas desactivadas en ese momento, pues a mediados de los 70’s se cerraron industrias como el CORCO y la UNION CARBIDE después de haber contaminado. Para ese entonces, la misión decía que ahora afeaban el paisaje con enorme chimeneas carcomidas por el moho».

Después los años 70’s vino la industria de alta tecnología: las farmacéuticas y las empresas químicas que se instalaron en la región este de Puerto Rico. A raíz de esa contaminación los vertederos y tanques soterrados constituyeron las fuentes principales de contaminación de los acuíferos. En ese entonces se censaron en Puerto Rico 82 plantas industriales solamente en la industria farmacéutica pero en todo Puerto Rico existían más de 540 industrias generadoras de desperdicios tóxicos y peligrosos que generaban más de 1.2 millones de toneladas de desechos tóxicos y peligrosos. ¿Qué hacer con esos desechos? varias eran las soluciones: dejarlos así, enterrarlos o exportarlos en otro país, pues nunca se planteó en ese entonces, la reutilización de esos desechos, porque casi todos eran tóxicos o peligrosos para el medio ambiente y el subsuelo en particular.

Sin embargo, si en los Estados Unidos, el 80% de esos desechos se disponen en la propiedad donde se generan, en Puerto Rico el 90% son dispuestos al mar Caribe, un 4% en el terreno y el 6% lo disponen las propias industrias en sus sistemas de relleno sanitario a pesar de no ser diseñado para eso. Se estimaba que 8 vertederos funcionaban de manera ilegal y que limpiarlos significaba en ese momento una inversión de 10 a 20 millones de dólares por cada lugar.

En ese momento aparecieron las soluciones alternativas: frente a una reactivación del movimiento ambiental se planteó la exportación de los desperdicios y desechos hacia países cuya legislación ambiental fuera inexistente, con una consciencia ecológica incipiente o cuyas autoridades o técnicos locales fueran el relevo (para no utilizar la palabra adecuada, cómplice) para la aceptación de dichos desperdicios.

Las primeras negociaciones sobre desperdicios se realizan entre 1979 y 1980 cuando diferentes compañías hicieron el tanteo de exportar sus desperdicios hacia algunos países del tercer mundo: Haití, Antigua, Senegal, Centro América. El Presidente Carter advirtió del escándalo que podría causar ese negocio y poco a poco los estados federales se desligaron de esos negocios: eso permitió que algunos aventureros, sin escrúpulos se iniciaran y se especializaran en ese tipo de negocio. Tal fue el caso de Clarens N. Nugents que negociaba con el tráfico ilegal de desperdicios y a quien se le capturó un barco con un cargamento de 280 drones de desperdicios químicos que pretendía enterrar ilegalmente en México: había 42 drones con el fatal POB (Biphenoles Policlorados) y 40 drones de residuo de mercurio.

Esa historia no se detuvo, lo que se detuvo fue la atención de la opinión pública y en particular, la del movimiento ambiental dominicano, ya que muchos creían que con los Estudios de Impacto Ambiental, habían encontrado la panacea. La realidad demuestra que no son suficientes los E.I.A., pues se manipulan, las autoridades se hacen cómplices interpretando a su manera nociones tan elementales como desechos, desperdicios, residuos o tóxicos, contaminantes o peligrosos, lodos, cenizas o rock ash.

Otra vez, la problemática ambiental nos enseña que lejos de ser un problema meramente técnico (se pueden depositar ahí pero no aquí) o son tóxicos (pero cubiertos, no lo son) la cuestión ambiental es primero un sentimiento ético, no hablamos de ética. El sentimiento ético es la duda, la sensación que se está haciendo algo mal, y que el país no necesita eso, para sobrevivir. No son necesarios los estudios técnicos, no son necesarios los expertos, todos entendemos que basura o desperdicios es lo que sobra y de las sobras, sabemos que su destino final es o deshacerse de ellas, haciéndose la vista gorda o enterrarlas o incinerarlas. En Puerto Rico, el subsuelo no aguanta más, los rellenos están llenos y filtran, entonces, se disfrazan de rock ash y se transforman en productos de exportación. Un niño de cualquier país entiende ese negocio excepto aquí, donde nadie se ofende de ver basura, de ver bucear en Duquesa, donde un gobierno es capaz de construir un aeropuerto costoso cerca de ese basurero. Estamos seguros que las actuales autoridades ambientales, no entienden ese lenguaje al igual que las del Gobierno anterior, que no fueron mejores. El país necesita urgentemente un gran reciclaje, no solo de su basura.

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