De brecha generacional, Margaret Mead y mal gusto

De brecha generacional, Margaret Mead y mal gusto

POR JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
En la madrugada de los años `70, la eminente antropóloga e investigadora social norteamericana Margaret Mead publicaba su importante estudio de la «brecha generacional», titulado «Culture and Commitment».

Desconozco la versión en español -que por supuesto debe existir- y tengo mis dudas para traducir el título porque «commitment» es palabra cargada de coloraciones y matices aunque a menudo se utilice como sinónimo de «compromiso».

En cierto punto de su obra, ella dice: «Hasta tiempo reciente nuestros mayores podían decir: «Yo he sido joven y tú nunca has sido viejo», pero hoy el joven puede replicar: «Tú nunca has sido joven en el mundo en que yo soy joven, y nunca podrás serlo».

Mayormente en nuestra civilización occidental, a partir de algunos siglos, ha existido una creciente brecha generacional. En los 1700, unos de los hijos de Juan Sebastián Bach era capaz de referirse despectivamente a su genial padre calificándolo de «la vieja peluca».

Margaret Mead habla de una cultura configurativa en la cual el modelo principal para los miembros de la sociedad es la conducta del grupo de su misma edad. En una sociedad en la cual el único modelo es cofigurativo, tanto los jóvenes como los viejos o maduros asumen que resulta «natural» que la conducta de cada nueva generación difiere de las generaciones previas. Muy posiblemente el más extraordinario uso de la rebeldía juvenil, de la «brecha generacional» fue el que realizó Mao Tse-tung, el líder de la gran transformación china, promoviendo el rechazo a padres y antepasados aunque el inicio de la gran revolución fuese iniciada por estos, luego despreciados y humillados.

En la juventud estaba el comienzo.

Pero no todo lo nuevo es necesaria y absolutamente mejor. Me luce que lo que Mead llama «cofigurativo» es al sentido de aceptar las diferencias generacionales, aclarando que es en sus aspectos positivos.

Pero aligeremos el tema.

Hace pocos días, aguardando en un banco para hacer efectivo un cheque, veo a una jovencita,no particularmente bella pero con unas bien torneadas y largas piernas. Tiene una minifalda supermini de tela de jeans plisada, que le llega justo al nivel de los panties. Para caminar, tiene que apretarla con ambas manos para que el escaso centímetro que cubre su presumiblemente minúscula pieza interior no se haga visible. Lo triste del caso es que nadie le hace caso. La gente mira los carteles anunciando ventajas en el ahorro allí, en el uso de sus tarjetas de crédito, en la celeridad formidable con la cual aprueban solicitudes de préstamos y en los viajes que rifan entre los clientes.

Si la minimísima faldita es para atraer….no atrae. Y es que ya los varones están sobrebombardeados de insinuaciones, de transparencias, de senos apretados uno contra otro y mayormente desnudos. Los vientres al aire, con blusitas mínimas y pantalones o faldas apenas sostenidas por la cadera (que ya está desapareciendo para darle paso a una figura varonil, lisa, apuntalada por los huesos ilíacos).

A veces pienso ¿es que las mujeres han perdido su tradicional sentido estético, es que consideran que un vientre flojo, temblequeante y abultado es algo para exhibirse?

Ahí entra lo que Margaret Read llamó «cultura postfigurativa», es decir, lo relativo a la cultura donde están presentes tres generaciones, en la cual los niños aprenden primeramente de sus mayores y desde allí se producen evaluaciones entendibles para el conjunto de las tres generaciones.

Parece haberse perdido la cultura «postfigurativa», que se basa en reformas necesarias de lo anterior para alcanzar mejores actitudes y funciones, entendibles como necesidades de los nuevos tiempos.

Hemos retrocedido a la cultura «cofigurativa», imitativa de las costumbres, modas y actitudes de la juventud actual, o de quienes se sienten pertenecer a ella, con dudoso derecho.

Predomina el mal gusto.

Reina la apatía por lo que ofrece.

Mi esperanza está en los proceso cíclicos.

¿Volverá el buen gusto, efectivo y convincente?

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