De Bruselas a Santo Domingo

De Bruselas a Santo Domingo

La última semana de febrero de 2015 ha dejado estampada en mi memoria la imagen de la ciudad de Bruselas como un recuerdo imperecedero. Allí el políglota nada como pez en su agua. Bélgica tiene oficializados tres idiomas; a saber, el francés, el flamenco y el alemán. En las tiendas prácticamente todo el mundo habla inglés y en los restaurantes es muy común que uno u otro mesero domine el castellano.

Es frecuente ver gente de ancestros africanos o arábicos. El sistema de transporte público es ágil, entretenido, seguro, puntual y muy económico. Un ticket equivalente a menos de mil pesos dominicanos te permite andar en tren, autobús y tranvía, sin límite, durante tres días consecutivos. Los mapas de las rutas están disponibles para el viajero y son de fácil lectura.

El tiempo de espera en las paradas es de cinco minutos, y la gente es muy amable. Allí ceden los asientos a mujeres con niños, envejecientes, personas enfermas o discapacitadas.

Brillan por su ausencia los asaltantes y atracadores y se nota un absoluto respeto a las señales de tránsito. Jóvenes y adultos mayores utilizan la bicicleta para moverse localmente. Se anda sin miedo. Se ofertan chocolate y vino de mucha calidad y gran variedad. La vista nocturna de la Gran Plaza de Bruselas es realmente impresionante; la arquitectura medieval tiene en esas edificaciones el arquetipo ideal y mejor preservado que uno pudiera imaginarse. La panorámica simula una película de fantasía cuando en verdad es una realidad testimonial.

¿Tendría esa joya monumental histórica algo que ver con la selección de dicha ciudad como sede principal de la Unión Europea? En aquel jardín de rosas también se pueden ver algunas espinas. Observé el alto porcentaje de adolescentes, adultos y envejecientes que abusan del tabaco. Tres de cada cuatro jóvenes, y cerca de la mitad de los adultos fumaban mientras aguardaban en la parada la llegada del tranvía o autobús. Casi todos los y las jovencitas llevaban audífonos; lucían concentrados a las pantallas de sus aparatos celulares, sin percatarse de sus alrededores, mientras aspiraban el humo de un cigarrillo.

El tabaquismo es un serio problema de salud pública. Existen pordioseros en una que otra acera, a veces tocando instrumentos musicales con la intención de atraer a bondadosas almas caritativas.

Al mediodía se ingiere mucha comida rápida cargada de grasa animal y carbohidratos. Quienes hemos tenido la dicha de conocer ciudades como Nueva York y Chicago podemos establecer similitudes y diferencias con sus homólogas europeas. En la ciudad de los rascacielos la vida transcurre de una forma muy acelerada, el tiempo se cuenta en segundos.

En el viejo continente el reloj marca minutos, mientras que en la República Dominicana marcamos las horas. Ha llegado el momento de restaurar nuestros lugares históricos. A ello debemos agregarle un moderno sistema de transporte público y una seguridad ciudadana las 24 horas. Ya la naturaleza nos dotó de bellas playas veraniegas a las que se adicionaría nuestro contagioso folclor musical y la tradicional hospitalidad del dominicano.

Así atraeríamos nuevas versiones europeas de carabelas Santa Marías, Pintas y Niñas, tanto por mar como por aire.

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