Al actuar como «villanas» que infestan de males a las economías incluyendo a la dominicana, la pandemia y la guerra en Ucrania han provisto como agresoras importadas abundantes municiones para ejercicios de oposición al Gobierno aunque no se les reconozca como causas subyacentes de las máximas dificultades e insuficiencias del Estado, cómodamente atribuibles por completo a los ocupantes actuales del solio recargados de obligaciones de servir a la nación más allá de lo ordinario.
Insólitas aliadas de los liderazgos políticos de vibrante crítica que tratan de acrecentar su vigencia cuestionando los desempeños de la administración del Estado haciendo abstracción del contexto global que lastra países sin compasión; y sobre la nación dominicana recaen además como herencia indeseada cuentas viejas de los yerros cometidos por antecesores que prometen no volver al trillo malo.
En contraste, para el sector del accionar privado, compuesto por entes de variadas dimensiones que mueven la economía (el 85% del PBI se debe a ellos) los índices a su vista los indujeron a expresar confianza de que existe estabilidad macroeconomía, que el clima logrado por leyes y políticas resulta mayormente favorable a la inversión, al crecimiento productivo y al de los consumos de la población que aumentan sus arcas.
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Estos y entidades de la sociedad civil y de orden religioso, intransigentes en la defensa de los derechos ciudadanos y en la aspiración a que el país sea fortalecido institucionalmente, permanecen al margen de las prioridades a que se acogen las dirigencias partidarias para las que lo que más importa es aparecer como los primordiales en iniciativas de gobernanza, dueños del fuego sagrado de los éxitos, dispuestos a regatear lo que es positivo si viene de sus adversarios, con retóricas dictadas por sus marketing políticos.
Prismas disímiles que remiten a balances disímiles con un oficialismo que también hala para su lado atándose a una exposición incompleta de los problemas que debe resolver o del tiempo que tardarían en superarlos; o jugando a las hipérboles para agigantar visual y sonoramente sus realizaciones ante una opinión pública con alto índice de desconfianza en el quehacer político.
Las organizaciones partidarias, con pocas excepciones, son rutinariamente relacionadas desde la visión del pueblo llano, y hasta de analistas sociales exigentes con males de larga duración como las ineficiencias del Estado, el enriquecimiento ilícito, el nepotismo y el clientelismo. A más intensidad del verbo descalificador que se arroje a la competencia, mayores serían los frutos para quienes aspiran a cuadrarse en la caja de bateo de los juegos comiciales en busca de instalarse en el Palacio Nacional por primera vez o por una más.
Los rechazos
Con desaprobaciones totales reaccionaron los partidos de la Liberación Dominicana, PLD, y de la Fuerza del Pueblo, con el morado de ellos catalogando la gestión de dos años del presidente Luis Abinader como «un gobierno de excusas, promesas y mentiras de campaña. Un cambio maligno». Mientras el expresidente Leonel Fernández, fundador de la FP y seguro candidato presidencial en 2024, sintetizó su valoración de medio tiempo con la cortante frase «mucha espuma y poco chocolate».
El iniciador del más severo desprendimiento del peledeismo (Leonel) atribuyó al régimen actual el prodigar «picazos, exageraciones y promesas incumplidas»; y el secretario general peledeísta, Charles Mariotti, sostuvo en reacción al discurso de Abinader que el primer mandatario no ha restaurado los empleos «que se perdieron en la pandemia, la canasta básica ha aumentado en un 17.1% y la tarifa eléctrica ha sido incrementada en un 35% dando más volumen a las pérdidas del sistema y abultando las nóminas de las Ede a cambio de más apagones».
Sin embargo, el Frente Amplio, ubicado en la izquierda progresista, reaccionó al discurso presidencial equiparando a los gobernantes de ahora con los de ayer sosteniendo que ninguno de los dos ha respondido a las expectativas de la nación que a su juicio aspira a una «redistribución de las riquezas» y que en veinte años el PLD no cumplió la promesa de lograrla. Formando parte de alianzas o por separado, el Frente, que antes tuvo otros nombres, no suele establecer diferencia entre el PLD y el leonelismo.
Acercándose con su ponderación a un equilibrio, el partido Alianza País puso distancia de la radicalidad impugnadora que formulan liderazgos partidarios subjetivos tras ser sacados del poder y dijo ver «sombras con algunas luces» en la gestión de gobierno que llegó a la mitad y que a su juicio desaprovechó la oportunidad de implementar un «verdadero modelo económico».
Elogió la pronta recuperación de sectores productivos después de la pandemia, como el turismo y zonas francas, el aumento de las exportaciones y de las reservas internacionales. De igual forma dijo valorar la actitud del presidente Abinader de rectificar pasos las veces que el clamor público se expresó contra determinadas medidas gubernamentales.