De cal y de arena

De cal y de arena

La cotización del dólar ha mostrado en estos días una tendencia sostenida hacia la baja, que, de mantenerse, contribuiría a los propósitos de revitalizar la economía nacional.

Muchos atribuyen este comportamiento del mercado cambiario a la confianza que despiertan las nuevas autoridades entre los actores económicos, otros a una declinación de la demanda de dólares y no faltan quienes entiendan que nuestro signo monetario ha comenzado a fortalecerse. Podría deberse, también, a una combinación de todos estos factores, pero sea cual fuere la causa, hay un signo indudablemente alentador.

Paralelamente, el mercado petrolero está siendo vapuleado por alzas continuas en el precio del barril del crudo, que ha roto barreras sin precedentes en los últimos años. Algunos analistas vinculan estas alzas a la situación de Iraq y sus limitadas exportaciones, aunque otros entienden que se trata de un efecto provocado por los recortes de producción determinados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Comoquiera que sea, esto es un verdadero obstáculo para los propósitos oficiales de estabilizar la economía y lograr que los precios al consumidor desciendan a niveles que mejoren el poder adquisitivo de la gente.

Semejante situación aconseja una revisión del plan de austeridad anunciado por el Presidente Leonel Fernández en su discurso de juramentación, pues las circunstancias aconsejan que el ahorro y la prudencia alcancen más allá de la administración pública.

Las caídas en la cotización del dólar perderían su efecto si persisten las alzas petroleras. Es más, podría llegar un momento en que estas últimas lleguen a presionar la tasa de cambio por aumentos en la demanda de dólares para cubrir la factura petrolera. Esto, a su vez, presionaría los precios internos y la inflación.

En fin, tenemos unas de cal y otras de arena y debemos manipularlas con absoluto cuidado, adoptando medidas generales de austeridad y fomentando el ahorro de combustibles, por lo menos hasta que se revierta la racha alcista del petróleo.

¿Y la OMSA?

En medio de las dificultades que han tenido los choferes para abastecerse de gas licuado de petróleo, lo que afectó sensiblemente el transporte de pasajeros, hubiese sido de gran ayuda que operaran a plenitud las unidades de la Oficina Metropolitana de Servicio de Autobuses (OMSA).

Sin embargo, la realidad ha impuesto que de la OMSA solo queden las siglas, a pesar de la necesidad de sus servicios que tienen los usuarios del transporte público.

Ocurre que aparte del déficit de asientos que se produce cuando no opera la OMSA, a los pasajeros se les deja a merced de un tipo de transportistas que los engañan inmisericordemente.

Los choferes cuyos carros funcionan con gas licuado de petróleo altamente subsidiado han distorsionado los precios de los pasajes, cobrando en exceso a los pasajeros, y nadie se ha preocupado por corregir esta situación.

Si las anteriores autoridades subestimaron la importancia de los servicios de la OMSA, las actuales, que fundaron esa empresa en su anterior gestión, tienen el compromiso moral de rescatarla y ponerla a las órdenes de tanta gente que la necesita.

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