En su obra Andando y Pensando, Azorín (José Martínez Ruiz) incluye la descripción de una vía que reproducimos a retazos:
“La /calzada/ ha quedado concluida; es ancha, blanca, sólida, magnífica.
“El grupo de obreros y constructores ha dado los últimos toques al gran camino; ha contemplado, satisfecho, la bella calzada y- se ha alejado, hacia otro trozo, con las herramientas al hombro.
[… La calzada blanca, relumbrante se ve venir de lejos, por la campiña verde, ladea los altos cerros [… y desemboca triunfadora, en la ancha llanura…]
[… Su centro está ligeramente abombado. Correrán las aguas cuando llueva, a un lado y a otro, y no habrá remansos y charcos en su comedio. Y en punto a solidez, una frase lo dice todo: es obra de romanos. Las grandes /calzadas/ cruzan y recruzan el vasto imperio…].
[… Todo el Imperio Romano está cruzado por las anchas y hermosas vías. En nuestro país, las calzadas culebrean por valles y laderas. La más ancha y bella de todas se halla en comunicación directa con Roma. Y el tráfago incesante de mercaderes, soldados, negociantes, labriegos, hace las vías pintorescas y vivas”.
¡Qué deleite haber releído por enésima vez estos trazos del capítulo El pobre labrador, del libro Andando y Pensando, del eximio escritor español Azorín: claridad, corrección y propiedad en el lenguaje; sinónimos oportunos para que eviten iteraciones innecesarias, tales los sustantivos /camino/ y /vía/, por el cuidado del ritmo, tono, cadencia y enlace certero a todo lo largo de sus descripciones, y los sentimientos y la admiración que provocaron en el autor el empeño que, en base a los siglos atrás, los conquistadores plasmaron en sus realizaciones.
Leí este pasaje dentro de la primera mitad de la década de los años cincuenta, siglo veinte, para la época en que se puso en vigencia un cambio de programas en la educación media, oportunidad que incluyó en los planes de estudios la afamada Gramática Castellana, volúmenes I Y II (primero y segundo cursos) del programa del bachillerato, textos de Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso. Para aquellos días resultó la iniciación como docente a nivel de los primeros años del bachillerato y se me asignó, además, el segundo año de la misma materia. Fue una revelación: lo que bullía en mi interior como destino por el resto de mi existencia, maestro de Lengua Española y materias afines. Y, así, cumpliendo de muchas maneras, aunque me encuentre fuera de las aulas. Pero tengo mi sala “virtual”, y se me hace difícil abandonarla.
(Continúa).