De cambios inesperados

De cambios inesperados

Nos agrada y alienta la idea de un propósito limpio y honesto de Globalización, digamos de Humanización Planetaria. En fin, que nos preocupemos y ocupemos verazmente de que exista y funcione una justicia social en este planeta que se ve azul desde el espacio exterior pero al cual, en verdad, le hemos ido quitando azul y masacrando el verde de la naturaleza.

Es que no hacemos las cosas bien. Apresados en el inmediatismo voraz, impaciente y pantagruélico, no se logra una acción conjunta universal y absoluta para protección del medio ambiente, empezando por quienes son sus mayores envenenadores, Estados Unidos con sus consumos petroleros.

Pero se asoman cambios.

La arrogante y solitaria superpotencia, autodesignada Policía Mundial, con derecho a meterse en todas partes a fuerza de (como definió el gracejo dominicano) “O porta-bien (o sea como yo quiero) o Porta-aviones”, atraviesa cambios inesperados…insospechados.

Luce que el mulato Barack Obama (allá, negro), si no se cuida y evita que le apliquen lo que a Martin Luther King y Malcolm X, puede resultar el próximo presidente de los Estados Unidos. ¿Quién lo hubiera dicho? Es que, indudablemente, vivimos una aceleración del transcurrir del tiempo. ¡Bravo a los Toffler!

Todo está interconectado. Existe un orden en el universo, aunque no lo podamos ni remotamente comprender.

Las bárbaras crueldades de Pedro I Alexeievich, llamado “El Grande”, que occidentalizó a Rusia y estructuró positivamente la sociedad desde los siervos hasta la nobleza (Ss. 17-18), los horrores cometidos por Stalin, que logró llevar a la URSS a potencia mundial, y así tantos dictadores que enloquecidos en la posesión de un poder inasimilable por un humano (Trujillo entre ellos), parecen ser , no obstante, “un mal necesario” en cierto momento, hasta que la inevitable locura se adueña de ellos en un sueño fantasmal y horrendo. Uno que otro pensador dominicano, desprejuiciado y analista, expresó en 1930 que Trujillo era “un mal necesario”.

¿Qué conviene, pues?

Un poder controlado y sensato. Un sistemático e invariable ejercicio de las grandes demandas de un altísimo mandato político, que, lamentablemente exige concesiones “non sanctas” para protección de intereses esenciales para la nación.

¿Qué es lo correcto, lo que se considera justo y bueno debe imponerse “a rajatablas”, pase lo que pase?

Muchos, y yo, estaríamos de acuerdo.

Es que la política, desde arriba, es un arte espantoso.

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