De canallas y encanallados

De canallas y encanallados

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al canalla como: “gente baja y ruin, persona despreciable y de malos procederes”.  Encanallar es envilecer al individuo haciéndolo adoptar costumbres ruines y abyectas propias de la canalla.  Sociológicamente hablando, el encanallamiento se aproxima a la teoría del “arreglito” del sicoanalista Alfred Adler, según el cual los individuos comunes pactan subconscientemente para convivir en paz con la arropante canalla, aceptando como regular lo que en su fuero interno repudian.

Así, como medrosos, indiferentes e insolidarios espectadores, los ciudadanos honestos ven cómo se agota hoy en día todo el espectro delictivo.  El asalto a mano armada, callejero y domiciliario, el secuestro, el chantaje y la extorsión.  Nuestros ladrones son crueles asesinos siempre dispuestos a matar a sus víctimas por cualquier quítame esas pajas.  Hoy tenemos sicarios profesionales.  Ladrones, procesadores y exportadores de cables eléctricos; insensibles al daño que podría causar a la comunidad la interrupción de cualquier servicio básico.  Tenemos hasta profanadores de tumbas que roban los ataúdes que luego venden a otras funerarias menores para su reciclaje; así como las tarjas y letreros de bronce conmemorativos que identifican las tumbas.  Nueva estirpe que asesina irrespetuosamente la memoria y el pasado.  Operan bandas falsificadoras de documentos de identidad y títulos de propiedad utilizando equipos de alta tecnología.

Pero no obstante ese tan pesado “handicap”, logramos “negociar” con las instituciones calificadoras del “riesgo país”, una razonable  posición para que la mafia inversionista siga moviendo las “generosas” muelas del molino global.   

Carecemos de una auténtica y activa clase dirigente con una idea de Nación y clara visión del futuro.  Lo que en cambio tenemos es un conjunto de grupos de poder que hacen la guerra entre sí, encastillados hipócritamente en sus respectivos dominios empresariales.  Una especie de neofeudalismo en el cual el éxito propio se midiese por el fracaso de quien se asume como rival. 

Cuando el fundamental sentido solidario no existe, se desploma el concepto de clase dirigente, tan esencial para abordar y superar los grandes momentos de crisis colectivas.

Muchos atribuyen la enorme crisis bancaria aun no superada, al mal manejo de la misma por las autoridades monetarias, lo cual es sólo una verdad a medias que encubre la realidad cada día más evidente de que esa gran crisis es de hecho una vasta conspiración urdida y azuzada por múltiples y solapados intereses en pugna.  El enorme error del Gobierno y el Estado Dominicano ha sido el de sumarse a esa rebatiña de intereses ocultos como parte perjudicada y cabeza visible de la trama.  El Estado debió ceñirse a su papel regulador y como garante de la estricta aplicación de los procedimientos legales y evitar ponerse al servicio de oscuros intereses privados, que bien podrían estar influidos o movidos por espurios propósitos foráneos.

El 13 de mayo del 2003 se puso en marcha en nuestro país un proceso desnacionalizador  que no podría superarse sin la activa y solidaria participación de una clase dirigente consciente de lo que está en juego, y de que lo peor aún está por llegar: el absoluto control por las mafias globalizadas, de un “Estado Dominicano” débil, corrupto y cuestionado. 

Los dominicanos comunes debemos prepararnos para ver la creciente transferencia de nuestros recursos productivos a manos extranjeras y la progresiva y masiva haitianización de nuestra población y “aceptarlo” por ser lo “políticamente correcto”.  Entonces el “¿hasta cuando, Catilina?” Sería ya mera palabrería hueca.  ¡Porque habríamos llegado a la plena realización de la “República Catilina”!

m.gomezpieterz@yahoo.com

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